sábado, 30 de enero de 2010

La princesa y el guisante

Érase una vez un príncipe que quería casarse con una princesa, pero que fuese una princesa de verdad. En su busca recorrió todo el mundo, mas siempre había algún pero. Princesas había muchas, mas nunca lograba asegurarse de que lo fueran de veras; cada vez encontraba algo que le parecía sospechoso. Así regresó a su casa muy triste, pues estaba empeñado en encontrar a una princesa auténtica.
Una tarde estalló una terrible tempestad; sucedíanse sin interrupción los rayos y los truenos, y llovía a cántaros; era un tiempo espantoso. En éstas llamaron a la puerta de la ciudad, y el anciano Rey acudió a abrir.
Una princesa estaba en la puerta; pero ¡santo Dios, cómo la habían puesto la lluvia y el mal tiempo! El agua le chorreaba por el cabello y los vestidos, se le metía por las cañas de los zapatos y le salía por los tacones; pero ella afirmaba que era una princesa verdadera.
"Pronto lo sabremos", pensó la vieja Reina, y, sin decir palabra, se fue al dormitorio, levantó la cama y puso un guisante sobre la tela metálica; luego amontonó encima veinte colchones, y encima de éstos, otros tantos edredones.
En esta cama debía dormir la princesa.
Por la mañana le preguntaron qué tal había descansado.
- ¡Oh, muy mal! - exclamó -. No he pegado un ojo en toda la noche. ¡Sabe Dios lo que habría en la cama! ¡Era algo tan duro, que tengo el cuerpo lleno de cardenales! ¡Horrible!
Entonces vieron que era una princesa de verdad, puesto que, a pesar de los veinte colchones y los veinte edredones, había sentido el guisante. Nadie, sino una verdadera princesa, podía ser tan sensible.
El príncipe la tomó por esposa, pues se había convencido de que se casaba con una princesa hecha y derecha; y el guisante pasó al museo, donde puede verse todavía, si nadie se lo ha llevado.
Esto sí que es una historia, ¿verdad?.

jueves, 28 de enero de 2010

Jack el tonto

Erase una vez un hombre que tenía tres hijos. Los dos primeros eran jóvenes muy estudiosos. El mayor podía recitar todo el diccionario de latín, y sabía de memoria todo lo publicado en el diario local durante los últimos tres años. Tan bien lo sabía que podía recitarlo de atrás para adelante. El segundo sabía todo cuanto podía saberse sobre leyes empresariales. Tan seguro estaba de sus conocimientos que sostenía que podría servir de consejero al mismo rey. El menor de los hijos era un muchacho tan simplón que todos lo llamaban simplemente "Jack el tonto".


Pues resulta que un buen día se pregonó por todo el reino que la hija del rey tomaría por esposo a aquel jóven que supiese hacer mejor uso de sus palabras. Al oir esto, los dos hijos mayores gritaron al unísono: ¡La princesa será mía!. Entonces su padre le dió un caballo a cada uno para que acudieran a palacio. Al enterarse Jack de esto, también él quiso probar suerte, pero su padre le dijo: "No seas necio Jack, tu eres muy diferente a tus hermanos. No puedo darte un caballo para que te pongas en ridículo delante de la princesa."-"Muy bien-dijo Jack-entonces partiré montando a la cabra, que es mía y que bien me servirá". Y así diciendo emprendió la marcha.

Sus hermanos ya le llevaban ventaja cuando oyen a Jack gritar a sus espaldas: "Hey, hermanos, miren lo que encontré". Y los jinetes se volvieron para ver que era lo que su hermano llevaba: "Eso no es más que un cuervo muerto sotonto ¿qué piensas hacer con él?" - "Se lo daré a la princesa"-dijo Jack. Y sus hermanos prorrumpieron en carcajadas, seguros de que solo lograría quedar como un tonto.
Ganaron distancia de nuevo pero al rato oyeron de nuevo a Jack gritar: "Hey, vean lo que encontré esta vez. Realmente no es algo que se vea todos los días al costado del camino". Pero mirando el tesoro de Jack los hermanos dijeron con desprecio: "No es más que un zapato de madera roto ¿también piensas dárselo a la princesa?"-"Por supuesto-dijo Jack-ya vereis". Y sus hermanos rieron nuevamente.
Poco habían andado cuando Jack gritó nuevamente: "Hey, no lo van a creer, esto se pone cada vez mejor". Pero sus hermanos le contestaron: "¿De qué hablas Jack? Eso no es más que un montón de arcilla."-"Claro que sí-les contestó-es arcilla húmeda de la mejor calidad, mirad cómo resbala en mis dedos. Voy a llenar mis bolsillos con ella. Ya veréis lo contenta que se pondrá la princesa." Y así retomaron la marcha.
Los hermanos mayores llegaron primero al castillo. Un gran número de pretendientes aguardaban ya a que la princesa los reciba, pero uno tras otro perdía su poder de oratoria ni bien atravesaba la puerta principal, tal y como si el viento apagara la llama de su ingenio. Cuando llegó el turno al hermano que recitaba el diccionario de latín, al encontrarse en ese inmenso salón palaciego en que sus pasos retumbaban y al mirar los techos de espejo podía verse cabeza abajo solo logró balbucear incoherencias. Entró a la habitación en que la princesa lo aguardaba acompañada por tres reporteros que tomaban nota de todo lo que él decía para publicarlo luego en el diario local. "Blaaa, blaaa princesa"-dijo el joven. "Blaaa, hace mucho calor"-"Sí-dijo la princesa-es que mi padre está asando pollos". "Blaaa"- balbuceó de nuevo el joven por toda respuesta, y la princesa dijo a sus sirvientes: "Sáquenlo, este no sirve". Le llegó entonces el turno al hermano que sabía mucho de leyes corporativas, pero en cuanto el joven se hallo delante de la princesa olvidó también todo lo que sabía y comenzó a tartamudear: "Prin-prin-ce-ce-sa, ha-hace much-cho calor"- "Sí-dijo la princesa-Estamos asando pollos". -"Ahh, bu-bu po"-Fue todo lo que el segundo hermano pudo contestar, y la princesa, impaciente, dijo a sus sirvientes: "Este tampoco sirve, sáquenlo al patio con los otros". Fue así que le llegó el turno a Jack. Este, ni bien ingresó al cuarto dijo: "Vaya que está caliente aquí"- A lo que la princesa replicó nuevamente: "Es que estamos asando pollos"- "Magnífico-dijo Jack-entonces probablemente no les moleste si pongo a rostizar mi cuervo"-"Ciertamente que no-dijo la princesa-pero necesitarás un recipiente donde cocerlo"-"Eso no será problema", y así diciendo el muchacho extrajo de su chaqueta el viejo zapato roto de madera que había traído consigo. La princesa complacida le dijo: "Eso ha sido muy astuto de tu parte, pero aún te falta la salsa". -"Oh, no, la tengo aquí en mis bolsillos. Es más tengo tanta que puedo incluso regalar la que me sobra"-dijo Jack, y vertió un poco de su preciosa arcilla en el zapato. Sonriendo le dijo la princesa: "Realmente tienes una respuesta para todo y sabes qué decir. Por eso deberás ser mi esposo, pero antes dime ¿no te pone nervioso saber que estos reporteros están tomando nota de todo lo que dices? Especialmente aquel que ves allí-dijo señalando a un hombre alto y viejo que tomaba notas con rapidez-Es el jefe del periódico, un hombre muy importante, que publicará todo lo que enseñes aquí."-"Entonces-dijo Jack-guardaré para él lo mejor que tengo" Y acercándose con mucho respeto, dió vuelta en su cara su bolsillo lleno de arcilla. La princesa rió feliz al ver esto y al poco tiempo se celebraron los esponsales. Así es como Jack el tonto llegó a ser rey.

martes, 26 de enero de 2010

Ruslan y Ludmila

En Kiev el soberano Vladimir-Sol Brillante, celebra un festín porque su hermosa hija, Ludmila; es la elegida del valeroso principe Ruslan y hoy, en palacio ambos contraerán matrimonio..

Sin embargo, la alegría termina cuando los jóvenes son dejados a solas. Una horrenda sombra salida de la nada envuelve a Ludmila arrancándola de los brazos de Ruslan, quien impotente ve desaparecer a su amada.

Presa de la desesperación Vladimir implora a los jóvenes caballeros presentes que encuentren a su hija. Ruslan se apresura a aceptar la empresa pero con él tres temibles adversarios parten. Los caballeros Farlaf, Ratmir y Rogdai, celosos de Ruslan, deciden competir en la búsqueda para ganar la mano de la princesa.-

Parten los guerreros en distintas direcciones pero inesperadamente los caminos de Rogdai y Ruslan se entrecruzan nuevamente.- Enfurecido y en la esperanza de ganar a la perdida princesa, Rogdai se lanza contra su adversario batiéndose con fiereza a la vera de un río hasta que finalmente Rogdai es vencido cayendo al agua donde una sirena lo arrastra al fondo para no volver ya, más que como un fantasma que los pescadores solitarios dirían ver largo tiempo después.

Vencedor, pero aún en la desesperanza, Ruslan vaga por el mundo entristecido buscando a su novia. En este estado es que llega a una cueva donde pretende pasar la noche. Penetra en su interior y descubre que está iluminada. Continúa caminando hasta que da con un anciano barbudo que lee sentado en una silla iluminado por una lampara de combustible.-El viejo nota su presencia y dice estar esperándolo habiendo previsto la desgracia de Ludmila.- La princesa, dice el hombre, ha sido capturada por Chernomor, un hechicero enano y jorobado de grandes bigotes que captura a las doncellas y las encierra en su castillo secreto en las colinas. Si Ruslan desea recuperar a su amada, deberá cabalgar hacia el Norte y vencer a Chernomor.- Aliviado, Ruslan agradece al anciano quien le narra a su vez su propia historia de desgracias.- Habiendo nacido en Finlandia muchos años atras, quedó perdidamente enamorado de una hermosísima joven de su aldea de nombre Nahina. Sin embargo la jóven lo rechazó reiteradamente sin importar las aventuras que en su nombre emprendiera ni los presentes que a sus pies depositase. Finalmente, el enamorado finlandés decide internarse en el bosque para aprender los más profundos secretos de la magia y ganar con un hechizo a la hermosa Nahina. Pasó incontables años estudiando y finalmente volvió al pueblo de su niñez. El hechizo había funcionado, pero en lugar de la hermosa muchacha encontró a una anciana bruja. Nahina también se había dedicado al estudio de las ciencias ocultas, pero su interés la llevó a lado más oscuro de la magia convirtiendola en una bruja mezquina. Sin embargo, el hechizo del finlandés había dado resultado, pero era ahora éste quien no quería su amor, por lo que viéndose rechazada, la bruja promete vengarse, prometiéndole fidelidad al malvado Chernomor.

Así es como la encontramos pues a la indefensa Ludmila. Tras haber sido raptada por esa nube de sombras, la princesa despierta en una suntuosa habitación del palacio de Chernomor, recostada sobre suaves cojines y sábanas de seda. Un ejército de doncellas esclavas se le acercan y comienzan a vestirla con ricos ropajes, adornándola con joyas y peinando sus cabellos, para desaparecer nuevamente tan rápido como llegaron.- Sola una vez más Ludmila cruza el umbral de la puerta y se encuentra en un fabuloso jardín, repleto de hermosísimas flores, arboles, fuentes, y cuanto fuera posible soñar, pero conciente de su encierro llora amargamente hasta que la noche la sorprende y una vez más la nube la transporta de nuevo a su recámara. Allí acostada en la oscuridad, temblando de miedo, Ludmila oye la puerta abrirse y por primera vez conoce a su grotesco carcelero. El enano, enfermo de amor se acerca a la jóven quien, presa del pánico comienza a gritar y a blandir sus puños al aire tan sorpresiva y violentamente que el enano se vuelve confundido abandonando la habitación a toda velocidad. Con el nuevo día los temores de la princesa han cedido, reiniciándose una vez más el ritual de las silenciosas esclavas pero cuando se ve nuevamente sola en la inmensa habitación, su angustia reaparece y sus ojos se llenan de lágrimas porque se sabe perdida. En este estado se hallaba cuando en una esquina de la habitación descubre el casco que, en el apuro, el enano había dejado tras de sí la noche anterior. Tentada, lo toma y se lo calza, jugando divertida por la novedad. De improviso, gira el casco sobre su cabeza y ¡maravilla! su imágen ha desaparecido del espejo. ¿Cómo imaginarlo?¡Justo cuando se creía perdida encontró el refugio perfecto que la mantendría lejos del hechicero! Chernomor por su parte, recuperado de la sorpresa de la noche anterior dirigía sus pasos hacia la habitación de la princesa, dispuesto a vengarse, pero cuando cautivo de la ira cruza la puerta, horrorizado comprueba que su valiosa caza no se encuentra ya en su jaula. Descompuesto por el enojo grita a sus sirvientes para que comiencen una búsqueda exaustiva de la princesa por todo el castillo. Los pobres hombres siguen sus órdenes pero en vano.-Solo logran ser presa de Ludmila que, divertida, juega con ellos camuflada por el casco que le permite hacerles oir su risa sin llegar a dar con ella.-

Mientras tanto, Ruslan continúa cabalgando hacia el castillo, tal y como se lo indicara el finlandés. Así es que llega a un paraje desierto, sembrado por los cuerpos de quienes alguna vez fueran valientes caballeros como él mismo. Las armas y armaduras roídas de algunos de ellos revelaban lo antiguo de su caída. Otros, más recientes quizás, yacían aún sobre los restos de sus cabalgaduras, como si aún estuviesen vivos.-En este espeluznante y fantasmagórico lugar nada se oía, solo un silencio de muerte, hasta que de improviso una terrible risa se oye desde arriba. Ruslan alza la vista y descubre una enorme cabeza, sin torso, que se burlaba de la suerte de los hombres que le precedieron y de la que anticipaba a nuestro héroe. Sin amedrentarse, el jóven continúa la marcha desafiando a su extraño enemigo, a lo que la cabeza, airada contesta con una feroz ráfaga de viento que casi desmonta al caballero. Viendo la perseverancia del mismo, la cabeza continúa atosigándolo y burlándose de él, sacando su gigantesca lengua para atacarlo. Sin perder un momento, Ruslan toma una lanza y la clava en la viscosidad enemiga provocando un río de sangre y un dolor inmenso a su oponente que, atormentado, cae de su sitio y comienza a lamentarse.-


En el sitio donde antes estaba la cabeza, Ruslan percibe un centelleo enceguecedor. Se acerca y descubre una magnífica espada, dorada como el sol. La toma y se dirije a la gimiente cabeza, pero misericordioso le perdona la vida.-Esta, librada de un deshonrroso final, jura fidelidad al héroe y se explica en estos términos: Mucho tiempo atrás, había sido un valeroso y galante caballero, hermano de Chernomor. Éste, celoso de su buena fortuna, se dedicó al estudio de la magia. Así es que toma conocimiento de la revelación que comunica sin demoras al caballero:”Existe una espada enterrada en un calabozo que algún día le cortaría a su hermano la cabeza y a él su barba mágica”.-Así, ambos decidieron emprenderse en su búsqueda y finalmente dieron con ella, pero una vez que la tuvieron en su poder comenzaron a discutir respecto a cuál de los dos correspondía su guarda.-Para dirimir el conflicto, Chernomor propone que ambos pongan su oreja en la tierra, y el primero que oiga algo se quedará con la espada.-El caballero, pensando que engañará a su hermano así lo hace, pero cuando está en esa posición, el traicionero hechicero levanta la espada y con un tremendo golpe separa su cabeza del cuerpo, la que, por algún oscuro sortilegio, conserva su vida.-Chernomor la toma entonces y la deja en ese campo desierto, para custodiar la espada.- La cabeza se dirige ahora a Ruslan y le aconseja que empuñe el arma y con ella corte al enano sus bigotes mágicos, sin los cuales estará indefenso.-

Pero me estoy olvidando de la suerte de nuestro tercer héroe Ratmir.- Este, todavía a la búsqueda de Ludmila busca en la foresta un lugar donde pasar la noche. A lo lejos divisa un castillo desde el que se oye la voz de doncellas que con dulces cantos lo invitan a refugiarse con ellas prometiéndole belleza y paz. Ratmir accede al castillo conducido por las jóvenes que desde la puerta lo aguardaban. Una vez dentro es despojado de sus armas y armadura sometiéndose el caballero sin resistencia a un tibio baño perfumado. Allí, entre placeres y atenciones, olvida pronto a Ludmila.

Quien no puede olvidar a la princesa es el frenético enano que, tras varios días de búsqueda infructuosa está cada vez más obsesionado con la idea de encontrar a la joven. Ésta, por su parte, suspira en los jardines, ansiosa ya de ser rescatada por su amado, y son esas ansias las que nublan su visión y a lo lejos la hacen distinguir la silueta de Ruslan, que junto a un árbol en los jardines parece estar buscándola. Llena de ilusión corre hacia sus brazos pero a punto de llegar descubre que todo no había sido más que un engaño viéndose atrapada en una red que la eleva por los aires y le hace perder su casco, para quedar así una vez más a merced de Chernomor. Desesperada pierde el conocimiento justo cuando el hechicero se dispone a apoderarse de su presa. Pero esto el malvado no logra concretarlo porque oye con disgusto un cuerno de guerra desafiante que del otro lado de la muralla del castillo Ruslan hace sonar invitándolo a combatir. El enano confiado acepta el desafío y para sorpresa del héroe, vuela por encima de la muralla cayendo encima del caballero. Fiero lucha Ruslan pero el enano se mueve con demasiada rapidez y no logra dar golpe certero hasta que finalmente, logra asirlo de la barba elevándose el enano con violencia en la esperanza de dejarlo caer. Así, fuertemente asido, vuelan juntos por encima de montañas y mares, de bosques y estepas durante tres días, hasta que el enano comienza a perder sus fuerzas. “Tarde o temprano deberás soltarme”, le dice, “porque sino caeremos los dos”. Pero firme en su determinación Ruslan le enseña su espada a cuya vista el hechicero se horroriza, y temeroso, lo deposita nuevamente en el suelo del palacio. Sin perder un momento, Ruslan tira de la barba y con la espada le corta los bigotes que, a modo triunfal, ciñe sobre su casco, atando al enano a la silla de su caballo. Presuroso, entra al castillo que, al ser vencido el hechicero, todos los sirvientes han abandonado. En los jardines, todavía en un trance encuentra a Ludmila, que pese a sus ruegos no abre los ojos. Ruslan está a punto de desesperar pero la voz del finlandés oye tranquilizadora, augurando que el hechizo bajo el que Ludmila se encuentra se desvanecerá cuando la regrese al palacio de su padre en Kiev. Feliz, el caballero toma a la princesa en sus brazos y comienza a cabalgar de regreso a su país.

En el camino, encuentran nuevamente a la cabeza, lánguida y desfalleciente, que, a la vista del enano recupera todo su vigor para lanzar una última maldición a su hermano, quien la contempla desde su silla presa del pavor. Con esto se rompe por fin el encantamiento y la cabeza puede morir en paz.

Reemprenden la marcha y a lo lejos, en la playa que se extiende por debajo de ellos, ve Ruslan a un sencillo pescador que regresa su bote a la orilla para ser recibido por su esposa que presurosa corre feliz a sus brazos. El pescador, reconoce el caballero, no es sino Ratmir. Confundido, Ruslan se acerca a él quien lo recibe con afecto, feliz de que el caballero hubiese encontrado por fin a la princesa. “He renunciado a 12 ninfas exquisitas porque a ninguna de ellas pertenecía mi corazón”, se explica Ratmir, “y es en la inmensa soledad del bosque en que he comprendido que no era la vida de gloriosas luchas la que el destino tenía preparada para mí. En la sencillez de este hogar y el amor de mi esposa he encontrado todo lo que anhelaba”. Feliz, Ruslan, abraza a su viejo enemigo y hace un pacto de amistad eterna, volviéndo a su amada para descansar. Juntos yacen en el bosque, Ludmila hechizada, Ruslan en el más profundo sueño.

Mientras, el olvidado Farlaf, vagabundea aún por los bosques buscando una salida. Ante él se presenta la malvada Nahina que, tomando la forma de un gato, le ordena seguirlo. Así lo hace temeroso Farlaf y llegan al lugar donde los jóvenes amantes descansan. El cobarde toma a Ludmila clavando tres veces en Ruslan su espada y abandonándolo allí para morir. El enano al ver el río de sangre se cree por fin liberado.

Farlaf llega pues a Kiev con la princesa y se adjudica la victoria sobre su captor, pero para tristeza de todos Ludmila no recupera el conocimiento. Toda la ciudad permanece en vela, custodiando a la desdichada princesa, pero la desventura quiere que precisamente en ese instante un campamento de Turcos los rodea preparándose para atacar.

Lejos de allí, en un secreto lugar de un apartado bosque, dos corrientes de agua fluyen contiguas. Una salta entre las piedras, está llena de cantos y sonidos porque se trata de agua de la vida. La otra es agua muerta, no hay aves que jueguen en su cercanía ni animales que beban de ella. Dos espíritus las custodian desde el comienzo de los tiempos, y frente a ellos, sacándolos de su trance, se aparece el finlandés, cargando dos jarras vacías una de las cuales llena con agua de vida, completando la otra con agua muerta. En un suspiro ha desaparecido nuevamente reapareciendo junto al cuerpo sin vida de Ruslan. Vierte el agua de muerte sobre sus heridas y estas comienzan a sanar. Llena la boca del joven con agua de vida y este recupera el aliento, reconociendo al bondadoso hechicero pero percatándose a su vez de la ausencia de Ludmila. Viendo su angustia el finlandés explica, que la princesa está bien pero no despertará hasta que Kiev esté a salvo. Ruslan deberá combatir para vencer a los opresores de la ciudad, pero nada debe preocuparle porque su sola presencia infundirá temor en sus enemigos asegurándole la victoria. Diciendo esto le entrega un anillo con el que deberá tocar el párpado de Ludmila para que esta despierte.

En Kiev, por su parte, el alba comienza a romper y con ella las tropas enemigas se lanzan hacia las murallas. Los hombres de la ciudad pelean valerosamente pero muchas vidas se pierden y mucha sangre es derramada. Cuando poca esperanza queda ya, desde la ciudad se ve aparecer a lo lejos, desde el aire, un guerrero vestido con malla de bronce y refulgente espada avanza como una ráfaga entre los Turcos dejando un rastro de enemigos muertos tras de sí. Atado a su silla, detrás de él, un enano. Pronto los agresores son vencidos y abandonan Kiev. Victorioso, Ruslan entra a la ciudad donde es aclamado por todos menos por Farlaf, que al verlo llegar sabe que su fin está próximo.

Ruslan corre a la recámara de Ludmila conde Vladimir llora a sus pies. Haciendo tal y como le fuera indicado, toca con su anillo el párpado de Ludmila quien abre sus ojos y, maravillada por la vista de su caballero, lo abraza con fuerza.

Tal fue la felicidad y el júbilo de todos que Ruslan perdonó al cobarde Farlaf, y el enano, ya sin poderes, es desatado y añadido al cortejo de Vladimir. Un gran banquete se celebra en honor a los jóvenes esposos.

domingo, 24 de enero de 2010

Las ropas nuevas del Emperador

Había una vez un emperador muy pero muy vanidoso que pasaba mucho tiempo mirándose en el espejo y probándose ropa. Tanta era la dedicación que ponía en su guardarropas que descuidaba los asuntos de estado para poder pasar más tiempo arreglándose..

Sabiendo esto, un día dos pícaros pidieron audiencia con su majestad diciendo ser sastres capaces de crear el más fabuloso traje nunca visto.Como se imaginarán, esto interesó mucho al emperador, así que los recibió y les preguntó:

"¿En verdad sois tan buenos sastres?" Por supuesto majestad, dijo uno de ellos, pero el mérito no es solo nuestro. El secreto de nuestro trabajo está en la magnífica tela que empleamos".- "Ohh! -exclamó el soberano entusiasmado- no puedo esperar para ver esa tela maravillosa. Mostrádmela ahora mismo"-les ordenó. Entonces los dos hombres le dijeron: "Por supuesto majestad. Pero debéis saber algo más: esta es una tela mágica que le permitirá detectar a sus súbditos de bajo intelecto, pues solo la gente inteligente puede ver esta tela". Y así diciendo le extendieron al emperador sus brazos vacíos, simulando sostener en ellos la tela encantada. "Aquí la tenéis"-dijeron. Y al no ver nada, el emperador pensó: "¿Será que soy tan tonto que no puedo verla? Nadie puede enterarse, así que fingiré verla y pediré opinión a mis ministros para estar seguro de que la tela es hermosa".

Entonces preguntó a sus consejeros presentes: "¿Qué piensan ustedes de esta tela?" Y como nadie quería pasar por tonto, todos contestaron: "Magnífica, majestad. Realmente digna de un emperador". Así fue que los falsos sastres fueron contratados por una cuantiosa suma para confeccionar un traje con esa tela.

Muy pronto se corrió la voz en todo el reino de que su vanidosa majestad tenía un nuevo traje que la gente tonta no podía ver; y que, como era su costumbre, desfilaría ante el pueblo para que todos pudieran alabarlo.
Finalmente un día, los presuntos sastres anunciaron que el trabajo estaba terminado, presentando al emperador una percha vacía de la que, se supone, colgaban las nuevas ropas del emperador. Ilusionado, el soberano, fue "vestido" con la ayuda de los dos pícaros que no paraban de manifestar su admiración por lo perfecto que el traje sentaba a su majestad. Y, aunque el emperador no veía frente al espejo más que su imágen en calzones, les siguió la corriente y salió a las calles del reino para que todos pudiesen admirarlo.

Todo el pueblo se había congregado para ver el traje mágico, pero al igual que los demás, nadie se animó a decir que no podía verlo, por temor a ser considerado un tonto, así que comenzaron a alabarlo y felicitarlo. Pero entre la multitud, un niño pequeño gritó: "¡Miren, el emperador está desnudo!!"

Y todos entonces comenzaron a reir porque se dieron cuenta de que lo que el muchacho decía era verdad. Entonces, el emperador cayó en cuenta del engaño y perdido por la vergüenza, volvió corriendo a su castillo para cubrirse. Desde ese día, nunca más volvió a estar tan pendiente de su vestuario y comenzó a ocuparse de su reino como un verdadero soberano.

viernes, 22 de enero de 2010

El Gato con Botas

Había una vez un pobre molinero que antes de morir quiso repartir entre sus hijos lo poco que tenía. Entonces los llamó junto a su lecho y dijo al primero:”Esta casa es para tí, mi primogénito”. Y su hijo le agradeció. Se dirigió después al segundo y le dijo: “Para tí es el molino, mi buen hijo”. Y su hijo también le agradeció. Finalmente le llegó el turno al más jóven de los hermanos y su padre le dijo: “A tí, mi querido hijo, te dejo mi gato, cuida de él que de mucho te servirá”. Y, aunque menos convencido que sus hermanos, este hijo también le agradeció. Cuando hubo fallecido el padre, el hermano más joven se encontro sin techo y sin oficio y pensó en voz alta: “Que mala suerte la mía. Todo lo que tengo este pobre gato, y nisiquiera tengo lo suficiente para darle de comer”. Entonces para su sorpresa el gato le dijo con voz humana: “No te preocupes amo que sabré servirte bien.

Consígueme un par de botas y una bolsa y te prometo que tu suerte cambiará”.-Demasiado confundido como para discutir, el joven se hizo de aquello que le pedían y centrando en él todas sus esperanzas lo vió partir.-El gato se adentró en el bosque, fijó una trampa y esperó que una perdiz cayera en ella. Metió al animal en una bolsa y muy decidio se dirigió al castillo real. Al llegar gritó a viva voz: “¡Abrid paso al mensajero del marques de Carabá! Abrid paso” Y el rey, curioso al ver tan insólito espectáculo (convengamos que un gato parlanchín con botas cargando una bolsa no es algo que se vea todos los días), salió a su encuentro.

Postrándose a sus pies con una gran reverencia el gato se dirigió al rey diciendo: “Majestad, os traigo un presente de mi amo, el marqués de Carabá” Y así diciendo entregó la bolsa al rey quien nunca había oído hablar de ese marqués per divertido la aceptó. Al día siguiente se apareció de nuevo el gato ante el rey con otro regalo, y así a lo largo de varias semanas hasta que finalmente un día el soberano dijo: “Gato, realmente tengo muchos deseos de conocer a tu amo, el marqués de Carabá que tan generoso y atengo ha sido con migo”.- Y sin pensarlo dos veces el gato replicó: “Será un honor majestad si vos y vuestra hija deseáis reuniros con mi señor en su castillo mañana por la mañana. Solo debeís dirigir vuestro carruaje mañana por el camino del sur y nosotros saldremos a recibirlos”.

Muy contento el rey aceptó la invitación, y el gato corrió entonces a ver a su amo y le contó lo que había estado haciendo. El muchacho poco más se muere del espanto al oir las noticias y le dice: “Gato, ¿cómo voy a recibir yo al rey si no tengo más que harapos para vestir y no tengo más que una choza para vivir?” Pero el gato estaba muy tranquilo y le dijo con voz segura: “Ya me he ocupado yo de pensar todo eso, tu solo ocúpate de seguir mis instrucciones”.Al día siguiente gato y amo se dirigieron al camino sur donde debían recibir al rey, y cuando a lo lejos vieron la polvadera que levantaba la carroza real, el gato dijo a su amo: “Pronto, quítate la ropa y arrójate a aquel arroyo”.

jueves, 21 de enero de 2010

El Rey Menton

Había una vez, en un reino muy lejano, un rey que tenía una hija muy, pero muy hermosa que era también muy pero muy vanidosa. Como la jóven estaba ya en edad de contraer matrimonio, el rey organizó un gran banquete al que estaban invitados todos los jovenes nobles que desearan cortejar a la princesa.

Uno a uno los candidatos fueron desfilando frente a la muchacha, pero todos fueron rechazados, porque la pretenciosa joven podía ver solo sus defectos, sin importar cuántas atenciones tuviesen con ella. "Es usted demasiado bajo, príncipe"- decía la princesa a uno de los pretendientes. "Es usted demasiado gordo",-le decía a otro. "Pero que risa. ¿Yo casarme con usted?. Mire el tamaño de su barbilla. De ahora en más lo llamaré "Rey Mentón"-se burlaba la princesa del soberano que la cortejaba. Y así, no quedó ningún candidato que no hubiese sido despechado.El rey estaba furioso.

No podía creer la ingratitud de su hija ni lo despreciativa que había sido con todos los amables caballeros. Tan furioso estaba que cuando un juglar harapiento pasó por debajo de una de las ventanas de palacio, el rey se la ofreció por esposa. Y la orgullosa princesa, debió partir con el pobre músico, a vivir en su miserable choza. Una vez que se hubo instalado su marido le dijo: "Mujer, soy un hombre pobre y no podremos vivir solo con lo que yo gano.

Deberás ayudarme a ganarnos el pan buscándote un oficio. Mira, te he traído materiales para que construyas cestas de mimbre, te enseñaré a hacerlas y luego podremos venderlas en el mercado." Pero aunque la princesa estuvo todo el día trantando de armar las canastas hasta que sus dedos sangraron, no lo consiguió. Lo mismo ocurrió cuando su esposo le consiguió una rueca para hilar. "Es evidente que no tienes habilidad manual, le dijo, así que con nuestras últimas monedas compré estas vasijas de barro. Mañana de dejaré en el pueblo para que las vendas."

Y así lo hicieron, pero la princesa colocó sus recipientes en el camino y uno de los soldados del rey los pisó con su caballo cuando pasó por allí a todo galope. La princesa estaba descorazonada porque sabía que su marido se enojaría mucho con ella, y en efecto, cuando volvió a su casa éste le dijo: "Mujer, sabías que había usado todo nuestro dinero para comprar esas vasijas. Esta noche no podremos cenar. Sin embargo te daré una última oportunidad. El rey dará un banquete mañana en palacio y te he conseguido un puesto ayudando en la cocina. No te pagarán mucho pero llevarás unas ollitas en los bolsillos de tu delantal, de esa forma podrás guardar todos los restos de comida que te den en la cocina y traerlos a casa."

Así lo convinieron y al día siguiente la muchacha se presentó en palacio. Escondida tras una cortina pudo ver a las elegantes damas que con sus hermosos vestidos danzaban en el salón principal como alguna vez lo había hecho ella. Y sentado en el gran trono no estaba otro que el que ella llamó "Rey Mentón". Suspirando, la joven pensó cuán cruel sus burlas habían sido y lo arrepentida que estaba de haber maltratado así a todos los pretendientes que tan amables habían sido con ella. Ensimismada en estos pensamientos estaba cuando el rey advirtió su presencia y la hizo salir a la pista de baile con él. La princesa comenzó a danzar, pero las ollitas de su delantal cayeron derramando los restos de comida que llevaba consigo.

Avergonzada, corrió a esconderse pero el Rey Mentón fue tras de ella y le dijo: "No corras princesa. Quedate a vivir en palacio y sé mi reina" Pero la princesa replicó: "Majestad, yo ya tengo un esposo que me ha tratado muy bien. Debo volver a él". Pero el rey le dijo: "Yo soy tu esposo. Después de que me despreciaras aquella vez en el castillo de tu padre, volví disfrazado de juglar y conseguí tu mano con el solo propósito de darte una lección. Pero ahora ya no eres la joven vanidosa que me despreció." Y así diciendo, dió órdenes de que vistieran a la muchacha con los más hermosos vestidos. Una vez arreglada, volvió al salón de baile, para que todos conozcan a la nueva reina. Y es así que vivieron felices por siempre.

martes, 19 de enero de 2010

El Flautista de Hamelin

Hace mucho tiempo ya, en la ciudad alemana de Hamelin, una terrible invasión de ratas desesperaba a la población.

Los horribles roedores estaban por todas partes: en las alacenas, las cunas de los niños, paseando por las calles, en los establos, debajo y dentro de las camas, encima de los mostradores de los comercios. Como dije, estaban por todas partes.

Tan aterradora era la situación que el alcalde pregonó por todo el país que aquél que pudiera deshacerse de las ratas, recibiría una enorme bolsa llena de monedas de oro. Pero, por muy tentadora que fuera la propuesta, nadie conseguía sacar a los invasores de la ciudad.

Fue entonces cuando se presentó ante el alcalde un personaje inusual. Alto, delgado, vestido con brillantes colores y un punteagudo sombrero adornado con una pluma, era el flautista que tenía ante sí, el ilustre jefe de estado.

¿Cómo piensa usted - dijo el alcalde al flautista- eliminar a las ratas?. El flautista sonriendo contestó: -No se preocupe señor alcalde. Usted tenga lista mi recompensa porque antes del final del día Hamelin estará libre de roedores. Y así diciendo se encaminó a la plaza principal de la ciudad. Midió el viento y luego, acercándose la flauta a los labios, comenzó a soplar.

Al oir la música que emanaba el instrumento mágico todas las ratas de la ciudad dejaron de hacer lo que estaban haciendo y se congregaron en torno al flautista. Cuando las hubo juntado a todas, comenzó a caminar, siempre tocando la misma melodía, y las ratas, como se imaginarán, lo seguían frenéticas. Así las guió el flautista hasta el borde de un precipicio donde, encantadas por el sonido de la música, las ratas se lanzaron y desaparecieron para siempre.

Cumplida su tarea, el flautista regresó a Hamelin para cobrar el pago prometido, pero para su sorpresa se encontró las puertas de acceso cerradas. Golpeó y golpeó diciendo: "Habitantes de Hamelin, déjenme entrar, soy yo, el flautista que los ha liberado".- Pero desde adentro solo se oyó la voz del alcalde que decía:-"Bien, flautista, has cumplido tu palabra, la ciudad te está muy agradecida. Ahora puedes marchar"- Pero el flautista, que ya estaba empezando a enojarse, replicó: "¿No está olvidando mi recompensa señor alcalde?"- "¿Recompensa? ¿Qué recompensa flautista? Yo nunca te prometí nada."

Entonces el músico, ya furioso gritó para que lo escuche toda la ciudad: "Les advierto, ciudadanos de Hamelin, que si no cumplen su promesa, antes del final del día, esta se convertirá en la ciudad más triste del mundo".- Pero en lugar de oir la advertencia el alcalde dijo en son de burla: "¿Y cómo piensas hacer eso? ¿Acaso tocarás melodías tristes con tu pobre flauta esperando que alguien se compadezca de tí?" Y la ciudad entera rió de la ocurrencia del funcionario, e imprudentemente ignoraron los reclamos del flautista.

Entonces, tomando su flauta una vez más, el mágico músico comenzó a tocar la melodía más dulce del mundo, que encantó a todos los niños de la ciudad inmediatamente. Jubilosos, dejaron sus juegos, quehaceres, meriendas, y aún los más pequeños bebés salieron de sus cunas al encuentro del flautista, saltanto y cantando al son de su música. Solo un niño cojo y huérfano, quedó rezagado y no logró alcanzarlos a tiempo cuando, guiados por el flautista llegaron al pie de una montaña.

Entonces, con un ademán, la montaña se abrió para ellos revelando un mundo mágico de dulces, juegos y felicidad eterna. Todos entraron y la montaña se cerró, para no abrirse nunca más, dejando atrás al pobre niño que con sus muletas, no había podido correr a la par de los demás.

Como el flautista había predicho, Hamelin se convirtió entonces en la ciudad más triste del mundo, donde todas las madres y padres lloraron la pérdida de sus hijos y se turnaron en la crianza del único niño que no pudo partir.

Quizás algún día, cuando los corazones de los hombres se vuelvan puros como los de los niños y pierdan su avaricia y traición, la montaña se vuelva a abrir.

domingo, 17 de enero de 2010

Hermanito y Hermanita

Hace mucho tiempo ya, un niño tomó de la mano a su hermana y le dijo: "Desde que nuestra madre murió no hemos tenido un solo día de felicidad. Nuestra nueva madrastra nos maltrata y nos da de comer las sobras del pan viejo que nadie más quiere. Dejemos juntos esta casa y vaguemos por el bosque para buscar una nueva fortuna.".

Así vagaron durante mucho, mucho tiempo, adentrándose en lo más profundo del bosque hasta que cayeron rendidos al pie de un árbol, cansados, y sin haber podido comer nada. El niño dijo a su hermana: "¡Estoy tan sediento! Creo que oigo a lo lejos un arroyo. Vayamos hacia él."

Sin embargo, lo que ellos desconocían eran que su madrastra era una malvada bruja, que enterada de sus planes, había encantado todas las fuentes de agua del bosque. Por eso cuando se acercaron al arroyo el niño se disponía a beber pero su hermana oyó el agua que saltaba de piedra en piedra cantando: Bebe de mí y te convertirás en un tigre. Alarmada la joven gritó: "Hermanito, no bebas de esa agua porque te convertirás en un tigre y me despedazarás." Así que siguieron camito hasta que se encontraron con otro arroyo. El niño se disponía a beber pero su hermana oyó el agua que saltaba de piedra en piedra cantando: Bebe de mí y te convertirás en un lobo. La joven le advirtió: "Hermanito, no bebas de esa agua porque te convertirás en un lobo y me comerás."

Retomaron la marcha y nuevamente llegaron a un curso de agua donde la jóven escuchó al agua cantar: Bebe de mí y te convertirás en un cervatillo. La muchacha dijo a su hermano: "No bebas. Te convertirás en un cervatillo y huirás lejos de mí." Pero el niño, sediento, ya se había arrodillado sobre el curso de agua y había comenzado a beber. Instantáneamente, y como el agua había predicho, se convirtió en un grácil cervatillo. Su hermana, tomó de su vestido su hermoso lazo dorado e hizo un collar alrededor del cuello del animalillo diciéndole: "No te preocupes, yo siempre te cuidaré". Tristemente retomaron la marcha hasta que llegaron a un cabaña abandonada. La joven buscó en el bosque algo de musgo para hacerle a su hermanito un confortable colchón, colocando su cabeza sobre su lomo como si fuera una almohada. Y así pasaron la noche. Cuando llegó la mañana, buscó algunas bayas y nueces para ella y el pasto más tierno para su hermano. Hubieran sido muy felices si tan solo el niño hubiese podido recobrar su forma humana.

Pero resulta que un día, el rey del país organizó una partida de caza y en todo el bosque resonaron los cuernos de los cazadores, el estruendo de los caballos, los gritos de los hombres y los aullidos de los sabuesos. Al oir este alboroto el cervatillo dijo a su hermana: "No puedo resistirlo, yo debo ir también a la cacería" Y viendo que no podría disuadirlo la joven le dijo: "De acuerdo, ve. Pero cuidate de volver antes del anochecer. Yo me encerraré en la cabaña por temor a los cazadores, así que cuando vuelvas golpea la puerta y dí: Hermanita, déjame entrar, y yo te abriré." Ni bien hubo dicho esto el cervatillo partió. Enseguida los cazadores se percataron del hermoso animal con el lazo dorado en su cuello.

Lo persiguieron durante todo el día, pero tan rápido y grácil era, que no pudieron darle alcance. Cuando comenzó a anochecer el hermanito retornó a la cabaña y golpeando la puerta dijo: "Hermanita, por favor, déjame entrar." Lo mismo ocurrió al día siguiente cuando una vez más el cervatillo partió en busca de los cazadores, aunque esta vez una de las flechas que le lanzaron lo alcanzó en una pata, y con mayor dificultad llegó a la cabaña. Aunque él no lo sabía, aún uno de los cazadores lo perseguía sigilosamente, y sorprendido lo vió llegar a la cabaña y decir: "Hermanita, déjame entrar", para refugiarse en su interior. Y corriendo volvió junto al rey para contarle lo acontecido.
Mientras tanto, en la cabaña, la muchacha curó con hierbas la herida de su hermano, y por la mañana éste ya se había recobrado por completo. Esta vez, cuando el cervatillo quiso partir, preocupada por lo sucedido el día anterior, la hermana le suplicó que no fuera, pero sus ruegos fueron inútiles, porque el animalito no podía resistir su naturaleza. Sin embargo, lo que ambos ignoraban era que intrigado por lo que su cazador le había contado, el rey había dado órdenes de que se siga al cervatillo del lazo dorado pero sin hacerle daño.

Así llegaron a la cabaña pero esta vez fue el propio rey el que golpeó a la puerta y dijo: "Hermanita, déjame entrar". La puerta se abrió y precipitadamente el monarca se introdujo en su interior. La jóven miró asustada a este hombre desconocido que tenía ante sí, pero el rey, prendado inmediatamente de su hermosura, la tomó dulcemente de la mano y le dijo: "Hermosa doncella, ¿no quieres venir conmigo a mi castillo y convertirte en mi reina?" La jóven accedió en tanto le permitieran llevar con ella al cervatillo, lo que así se hizo. Y es así como una inmensa felicidad invadió la vida de los hermanitos, más aún cuando un año después, la jóven dió a luz un hermoso heredero mientras el rey estaba ausente de cacería.

De todo esto estaba enterada, gracias a sus brujerías, la malvada madrastra, que había pensado que los niños serían despedazados por las bestias del bosque. Así que aprovechando la ausencia del rey, se infiltró disfrazada como sirvienta en el castillo y entró en la habitación de la reina que aún se encontraba débil.

Tomándola la obligó a levantarse de la cama para tomar un baño. Pero en lugar de prepararle una tina caliente la encerró en una habitación llena de humo donde la pobre reina pronto se sofocó y murió. Entonces, hizo entrar a su horrible hija y la metió en la cama dándole la forma de la verdadera reina, aunque lo único que no pudo disimular con sus sortilegios era el ojo que faltaba en la cara de su hija. Cuando el rey regresó al castillo y se enteró de que había nacido su hijo quiso ver a su esposa, pero la bruja lo detuvo diciéndole que ésta aún muy débil y no debía recibir visitas.

Esa noche, en la habitación donde el principito y el cervatillo dormían, el fantasma de la reina entró en la habitación a la vista de una doncella que se había quedado allí para cuidar al bebé. Se acercó a su hijito y tomándolo en brazos lo acunó para depositarlo nuevamente en su cunita. Luego se acercó a su hermanito y acariciándolo en el lomo volvió a dejar la habitación diciendo:"Hoy he venido y dos noches más volveré". Lo mismo ocurrió la noche siguiente, pero esta vez la doncella oyó a la reina decir: "Hoy he venido, y una noche más volveré".

Entonces la niñera decidió contar al rey lo que había visto y oído y el rey mismo decidió que iría a cuidar al niño esa noche.Así, cuando la reina entró, después de haber acunado al niño y acariciado al cervatillo dijo: "Hoy he venido, pero ya no volveré".Entonces el rey, se acercó a ella y tomándola del brazo le dijo: "Tú eres mi verdadera esposa".-"Sí, lo soy", dijo la reina, y por arte de encantamiento volvió a la vida liberada.
Descubierto el engaño de la bruja y su hija, éstas fueron enjuiciadas y sentenciadas. La hija debió internarse en el bosque donde las bestias la deboraron. La bruja fue quemada, y cuando el viento se hubo llevado sus cenizas, el cervatillo recuperó su forma de niño.

viernes, 15 de enero de 2010

La Vieja madre Escarcha

Había una vez, una viuda, que tenía dos niñas. Una era hermosa, buena y hacendosa, pero la mujer la maltrataba y la sobrecargaba con pesadas tareas porque era hija solo de su difunto esposo. Su propia hija, en cambio era también muy hermosa pero de mal caracter y muy haragana. Sin embargo su madre la consentía y malcriaba en todo momento.

Un día la pobre hijastra de esa mujer estaba hilando junto al pozo de agua. Tanto había hilado ya, que tenía las manos terriblemente lastimadas. Al comenzar la sangre a brotar de las mismas, el huso se resbaló y cayó en la parte más profunda del pozo. Triste volvió a su casa y explicó a la madrastra lo ocurrido, pero ésta le dijo cruelmente: "Si has perdido el huso, entonces deberás lanzarte al pozo para recuperarlo". Y la muchacha, obediente, hizo lo que le ordenaban y se lanzó para rescatar el objeto perdido.

Sin embargo, no alcanzó el fondo oscuro como ella esperaba, sino que continuó cayendo y cayendo hasta que fue depositada con suavidad en otro reino.

Comenzó su búsqueda pero al poco de andar se topó con un hermoso árbol manzanero que le dijo: "Muchachita, ayúdame por favor, que mis manzanas ya están maduras y están doblando mis ramas". Entonces la jóven, sacudió el árbol hasta que la última manzana cayó al suelo. Y para no dejarlas desperdigadas, las apiló en un prolijo montón antes de continuar su camino.

Esta vez, pasó delante de un horno dentro del cual las hogazas de pan gritaban: "Muchachita, ayúdanos por favor, que ya estamos cocinadas y nos vamos a quemar". Entonces la niña las sacó una por una hasta que estuvieron a salvo.

Continuó su marcha hasta que llegó a una casita muy linda donde vió sentada en el umbral, a una horrible anciana con los dientes muy feos y grandes. Su primera reacción fue huir de allí pero luego pensó: "No debo prejuzgarla de ese modo. Realmente puede ser alguien muy amable". Y recuperando el coraje se acercó a la mujer con aspecto de bruja. Entonces la anciana, con una voz muy dulce le dijo: "Muchachita, si te quedas y me ayudas con mis quehaceres domésticos te recompensaré."

La niña aceptó contenta la propuesta, porque la anciana la trataba muy bien y pensó que realmente necesitaría su ayuda.

Limpiaba todo con mucha dedicación, cocinaba y especialmente ponía su atención en una tarea que la anciana le había encomendado con vehemencia: "Cuando hagas mi cama-le dijo a la niña- deberás estirar muy bien el edredón que la cubre, y sacudirlo hasta quitarle por completo todas las plumas que encuentres".

La niña hizo exactamente lo que le habían ordenado, y entonces entendió quien era esa extraña mujer.

No era sino la vieja Madre Escarcha, porque cuando sacudió las plumas de la cama, copos de nieve puros y blancos cayeron suavemente sobre la tierra, cubriéndola de invierno como estaba previsto.

Así vivió la niña durante varios meses, pero aunque había sido muy feliz, deseaba volver a su hogar, porque pese a los malos tratos, extrañaba a su madrastra y a su hermana.

Entonces fue a despedirse de la anciana, y ésta le dijo: "Me has sido fiel y has trabajado mucho. Cruza esa puerta que te lleva directo a tu hogar y cuando estés del otro lado recibirás tu paga".

La niña le dió las gracias y partió, pero cuando hubo cruzado la puerta, una lluvia de oro la cubrió por completo, convirtiéndola en una joven inmensamente rica. Al verla llegar así, el gallo de la casa cantó:

"Qui, qui ri quiiii, la doncella de oro ya está aquí"

Al ver esto, su codiciosa hermana decidió que ella también quería recibir esa recompensa, entonces se arrojó también al pozo y llegó junto al manzanero que gritaba: "Ayúdame, todas mis manzanas están maduras y doblan mis ramas".- "No es mi problema-dijo la egoísta niña-No quiero que una manzana caiga sobre mi cabeza, así que me mantendré alejada de tí".

Cosa similar ocurrió cuando se encontró junto al horno en el que el pan rogaba "Sácanos que ya estamos cocinados y nos vamos a quemar".-"No es mi problema-dijo una vez más-No quiero ensuciarme mi hermoso vestido".

Finalmente llegó junto a la anciana y le pidió que la tomara a su servicio. Esta accedió y le encomendó las mismas tareas que antes había hecho su hermana. El primer día trabajó bien, porque quería recibir su recompensa, pero ya al segundo dejó de limpiar, al tercero no cocinó para la anciana, y finalmente las plumas comenzaron a amontonarse sobre la cama evitando que la nieve llegue cuando era esperada.

Cansada entonces, la jóven dijo a la anciana que quería partir, a lo que ésta respondió: "Has sido haragana y has trabajado mal. Cruza esa puerta que te lleva directo a tu hogar, y cuando estés del otro lado recibirás tu paga".

Así la codiciosa jóven, sin volverse atrás cruzó corriendo la puerta, lista para recibir su oro, pero en su lugar, una lluvia de horrible y espesa brea la cubrió por completo. Al verla llegar así, el gallo de la casa cantó:

"Qui, qui ri quiii, la doncella de brea ya está aquí".

Y llena de vergüenza la haragana muchacha se escondió en su habitación y nunca más volvió a salir porque fue incapaz de lavar la sustancia que la cubría.

miércoles, 13 de enero de 2010

El Enano

Había una vez un hombre que era muy, pero muy mentiroso, que tenía una hija muy bonita y laboriosa que llevaba adelante el hogar. Un día, las historias de este hombre llegaron a oídos del propio rey que lo mandó llamar.

Sin amedrentarse frente a la presencia del soberano, el hombre le dijo: "¿Sabeis majestad que tengo una hija tan talentosa que es capaz de hilar la paja? ¡Y no solo eso! ¡También la convierte en oro!". El rey estaba tan maravillado que mandó llamar a la joven, pero aunque esta trató de explicarle que lo que había dicho su padre no era cierto, el rey sin escucharla la condujo a una de las torres de palacio donde había mandado llevar una parva de paja y un huso. Y seremoniosamente le dijo: "Deberás hilar esta paja y convertirla en oro. Si descubro que me han estado mintiendo, te cortaré la cabeza." En vano fue que la joven suplicara. El rey la encerró en la torre dejándola sola. La muchacha comenzó a llorar amargamente cuando escuchó una voz que el decía: "¿Qué te ocurre bella doncella?".

Ante la jóven se apareció de la nada un extraño enano que la miraba interrogador. Animada por la compañía le relató su desgracia. El enano la escuchó atentamente y luego le preguntó: "¿Qué cosa me regalas si la hilo y la transformo por tí?". Buscando en torno suyo algo de valor, la muchacha le contestó: "Te puedo dar mi collar". "Trato hecho"-dijo el enano, y se puso a trabajar enérgicamente. Por la mañana, cuando el rey acudió a la torre, vió satisfecho que la habitació se hallaba repleta de delicados hilos de oro. "Muy bien, le dijo a la joven". Como lo has hecho tan eficientemente, esta noche deberás hilar el doble de oro. Y nuevamente la dejó llorando en la torre.

Pero una vez más acudió a su llanto el enano que le dijo: "¿Qué cosa me regalas si la hilo y la trnasformo por tí?". "Te puedo dar mi anillo"-dijo la joven, y tomándolo, el enano trabajó toda la noche con afán. Al día siguiente el rey estaba maravillado. "Espléndido, dijo a la jóven. Esta noche deberás hilar la paja en oro una vez más. Pero si lo haces bien, no solo no te cortaré la cabeza, sino que me casaré contigo y te convertirás en mi reina". Pero por mucho que la joven intentó pasar la paja por el huso, no logró hilarla, ni mucho menos convertirla en oro. Cuando iba ya a desesperar, una vez más se apareció el enano y le dijo: "¿Qué cosa me regalas..?" Pero la muchacha lo interrumpió: "Lo siento enanito, pero ya no tengo nada que darte." "¿Nada de nada? Mmm eso es una lástima.

Te propongo algo. Yo trabajo una vez más para tí, pero cuando te cases y seas reina, deberás darme a tu primer hijo". Desesperada, la joven accedió, y cuando a la mañana siguiente el rey vió una vez más la habitación repleta de hebras doradas, se casó con la muchacha.
La pareja real fue muy feliz durante un año, y cuando pasado ese tiempo hubo nacido su primer hijo, la dicha se extendió por todo el reino. Tan feliz estaba la reina que olvidó por completo la promesa que le hiciera al enano. Sin embargo, éste no la había olvidado, y poco después del nacimiento, se apareció frente a la reina y le dijo: "Majestad, he venido a llevarme al niño". Desesperada, la reina comenzó a sollozar y a rogarle al enano que le permitiera conservar a su hijo.

Tanto pero tanto le rogó, que finalmente el enano le dijo: "Muy bien, podrás conservar al principito con una condición: en el lapso de tres días deberás adivinar cuál es mi nombre. Si lo haces me iré y no me volverás a ver. Sino, me quedaré con el niño." Sin demasiadas opciones, la reina accedió, y dedicó los días siguientes a recolectar por todo el reino nombre extraños. Cuando el primer día el enano acudió ante ella la reina le dijo: ¿Acaso te llamas: Totó, Ptolomeo, Ermenegildo, Eustaquio, Guarampino, Revientacaballos..?" Y así siguió leyendo una lista interminable de nombres, cada uno más extraño que el anterior. Pero a todos el enano negaba enérgicamente: "Lo siento, volveré mañana".

Lo mismo ocurrió al segundo día. Cuando al tercer día la reina estaba a punto de perder toda esperanza, uno de sus mensajeros llegó jadeante junto a ella y le dijo: "Majestad, ¡no sabeis lo que acabo de ver!". "Habla pronto"-dijo la reina. "Estaba buscando nombres como lo ordenaste cuando en un claro del bosque vi a ese extraño enano que ha estado visitando palacio. Danzaba en torno a una hoguera y canturreaba "Nadie lo sabe, nadie lo sabe, yo soy Rumpelstilzchen, yo soy Rumpelstilzchen". Feliz, la reina esperó la llegada del enano, y cuando éste la hubo interrogado por tercera vez, ella le contestó: "¡Tú te llamas Rumpelstilzchen!!". "¡Nooo!-Gritó furioso el enano-¿Quién te lo dijo? ¡El Diablo! ¿Cómo lo sabes? ¡No es posible!" Y tan furioso estaba que dió una patada tan tremenda en el piso, que partió al enano en dos.