martes, 28 de julio de 2009

El Molino de café. (escritor norteamericano.)


Había una vez un niño llamado Jonathan que vivía cerca de un viejo molino de café, todas las tardes después que Jonathan regresaba de la escuela, su mamá le mandaba a recoger frutas de las plantas que crecían en el bosque para preparar sus dulces confitados. Pero a veces Jonathan le mentía diciéndole que estaba enfermo para no hacerle el favor. Una tarde, cuando Jonathan recogía en su cesta unos duraznos sintió que alguien lo llamaba, al voltear él pudo ver que detrás de un árbol, escondido tras el tronco se encontraba un niño que usaba una vestimenta extraña, llevaba zapatos de punta larga y una bata de color marrón, y en su cabeza de orejas puntiagudas tenía un sombrerillo con plumas a un lado. Jonathan se asustó y salió corriendo, pero al correr sintió que el niño detrás del árbol lo llamaba y le decía, Jonathan, regresa, no te haré daño, quiero hablar contigo porque voy a hacerte un regalo. Jonathan escuchó lo que le gritó el niño y dejó de correr, el otro niño se acercó a él y le dijo. No te miento, tengo un regalo para ti, pero no podré dártelo hoy. Si lo quieres tendrás que ir mañana al molino de café y allí me encontraras. El niño salió corriendo y volvió a esconderse detrás de la planta, cuando Jonathan lo persiguió y buscó detrás del tronco allí no había nada.

Al día siguiente Jonathan se levantó temprano y acudió a su escuela, como lo hacía todos los días, pero no podía quitarse de su pensamiento el regalo prometido. Al regresar al mediodía a su hogar su madre lo envió a buscar las frutas para hacer sus dulces confitados que vendía en su casa.

Jonathan tienes que ir a buscar las frutas al bosque, pero debes tener mucho cuidado con el duende mentiroso.


-¿Con el duende mentiroso? -preguntó Jonathan-

-Sí, con el duende mentiroso, es un niño que vive en el bosque, usa zapatos de punta larga, una bata marrón y sus orejas son puntiagudas, nadie le cree lo que dice porque es un mentiroso.

Jonathan se quedó impávido sin dura era el niño que él había visto el día anterior, sin embargo no le dijo nada a su madre, porque si le decía entonces no obtendría el regalo que ese niño le había ofrecido. Jonathan comió, tomó una ducha tibia y salió al bosque con su cesta para recoger las frutas que su madre vendía. Pero al estar ya recogiendo las frutas pensó en el regalo que aquel niño debía darle y con prisa salió corriendo hacia el abandonado molino de café que se encontraba a lo lejos, Jonathan corría con la cesta en la mano y al llegar al destartalado silo de café no encontró a nadie. Merodeó por los alrededores pero no vio al extraño niño que había hablado con él la tarde de ayer.

Cuando Jonathan estaba listo para partir escuchó la voz del extraño muchacho que le gritaba desde arriba del molino.

-¡Jonathan no te vayas!, ¡Espera que tengo que darte tu regalo!. Jonathan ansioso esperó mientras el otro niño bajaba las destartaladas escaleras del viejo trapiche.

Al llegar a él tenía algo en la mano.

-¿Que llevas en la mano? -le preguntó Jonathan al niño-

-Es tu regalo - le contestó él- abre la mano y te lo daré

Jonathan abrió su mano derecha y el niño colocó en esta un grano viejo de café.

Jonathan se tornó molesto

-Pensé que era un regalo de verdad -gritó- me has engañado, tienen razón las personas al llamarte el Duende mentiroso -insultó Jonathan enfadado por lo que le había hecho el niño.

-No es mentira dijo el duendecillo con ganas de llorar, porque le había pegado mucho el insulto de Jonathan lo que te he dado es un regalo de verdad, porque ese grano de café no es un grano de café común y corriente es un grano mágico de café.

-No te creo -reiteró Jonathan listo para retirarse de vuelta a recoger sus frutas.

El duendecillo se tornó aun más triste y comenzó a llorar -tienes que creerme, un hada me convirtió en el duende mentiroso porque al principio decía muchas mentiras y ahora nadie me cree, pero me dieron una segunda oportunidad para enmendar mis errores y diez personas tienen que creerme para volver a ser lo que era antes, para recuperar mi aspecto de niño normal y tú eres el ultimo que falta en la lista de los que me han creído para que se rompa el encanto de duende y vuelva a ser un niño normal -dijo con lagrimas en los ojos-

Jonathan se acercó a él, no quería ver sufriendo al duendecillo y decidió darle una segunda oportunidad. quieres explicarme eso -le preguntó Jonathan

-El hada regresará a quitarme el hechizo solo si diez personas vuelven a creerme y tu eres la numero diez, me tienes que ayudar para volver a ser un niño común -le dijo llorando-

-¿y que debo hacer? -preguntó Jonathan-

-Si me crees el grano de café se volverá oro y no solo se volverá oro ese que tienes en la mano sino que también serás dueño de un puñado de café que tengo escondido en el molino.

Jonathan se asombró por la historia y acompañó al duende que lo llevó dentro del viejo molino donde todavía tenía un recipiente lleno de granos de café

Cuando llegaron al centro del molino el duende le mostró a Jonathan el recipiente con los granos de café y le dijo.

-Ahora piensa que todo lo que te estoy diciendo es verdad y el grano de café que tienes en la mano se convertirá en oro.

Jonathan le creyó de corazón, empuñó con fuerza el grano de café y al abrir la mano la semilla amarilla brillaba como el sol en su palma -es cierto dijo Jonathan asombrado-

En ese momento la imagen de un hada bella y rubia que alumbraba el recinto apareció en el aire y con su mano tocó la cabeza del niño que hasta ahora usaba vestimentas extrañas. El duende cambió inmediatamente de aspecto, su sombrero desapareció y volvió a ser un niño normal con ropas comunes ante los ojos asombrados de Jonathan.

Antes de marcharse el hada le dijo -no volverás a mentir y veras que cada palabra que digas de ahora en adelante brillará como el oro por la verdad que tienen dentro igual como se convirtieron las semillas secas de café y desapareció en el aire.

El niño estaba muy contento, tomó la olla con semillas de café que ahora eran pepitas brillantes de oro y se lo regaló a Jonathan le dio las gracias por haberle creído y salió corriendo, gritando que era nuevamente un niño normal como había sido antes de convertirse en un duende mentiroso.

Jonathan regresó a su casa con la convicción de que jamás mentiría de nuevo, corrió con la olla de pepitas de oro y la dio a su madre, quien la usó para montar el puesto de frutas confitadas mas bello y colorido de todo el pueblo.

Fin

sábado, 25 de julio de 2009

La princesa vanidosa. (Escritora de peruana).

La Princesa Vanidosa


Erase una vez una princesa que le gustaba mucho mirarse al espejo día y noche, contemplando su belleza, se decía: Yo soy muy linda, soy todo una belleza. Podía pasarse las horas junto al espejo y peinando su larga cabellera hasta la hora de almuerzo.

Realmente era una princesa vanidosa, pero también algo soberbia; solía caminar como toda una princesa, siempre bien arreglada, con la nariz respingada hacia arriba, mirando de reojo de un lado a otro a los obreros, personas del pueblo, de la monarquía, y hasta incluso a los animalitos del bosque, que se le cruzaran por el camino.

Un día muy soleado decidió salir al Bosque a caminar como “toda una princesa” a ver que novedades podría encontrar, a ella nada le motivaba, estaba muy aburrida, hasta que se encontró con un perrito, el le movió la colita y le dijo: guau, guau, guau . Ella le respondió: vete perro asqueroso y pulgoso ! y le piso la cola con su zapato de charol.
El pobre perrito se fue llorando, de tanto dolor., mientras que la princesa se carcajeaba: Ja, ja, ja, ja , ji, ji, ji ji, jo, jo , jo,jo solo en su risa perdía todo sentido de perfección.

Siguió caminando la hermosa princesa, con la nariz respingada mirando de reojo de un lado a otro, estaba impaciente y deseosa de hacer algo pero nada le llamaba le atención hasta que de pronto se encontró con un pollito de color amarillo que buscaba a su mamá, el le dijo; pío, pío, pío , ma; pío, pío , ma.

-Qué? –dijo horrorizada .
Yo no soy tu mamá, vete de aquí pequeño insolente, fuera de mi vista!.
De pronto la princesa cogió una piedra para tirarle encima, felizmente el pobre pollito pudo escapar antes que recibiera un golpe fatal. La princesa sola se carcajeaba, y su risa no agradaba: ja, ja, ja,ja ji, ji,ji , ji, jo, jo , jo , jo, ,ju,ju,ju, esta piedra te la mereces tú!

- Si hubiese tenido buena puntería ahorita ese pollito estaría en mi barriga, y cantaría: pollito asado, apimentado, a pucha, pucha que esta quemado.
Baaa, para la próxima seguro que me irá mejor.

Así la princesa se divertía, después de todo nada tenía que hacer, ella siempre se creía superior a los demás y se sentía con derecho de pisotear y maltratar.

Finalmente se encontró con un gato quien se acercó haciéndole mimos, y ella en vez de acariciarlo, lo mando a rodar bien lejos hacia arriba, pero el gato como tiene siete vidas no le ocurrió nada, el, cayó bien parado.

-Ja, ja, ja, ji,ji ,ji jo, jo, mmm ya esta atardeciendo será mejor regresar a casa, estoy algo cansada con tanto jugar y divertirme, si quiera algo me he distraído de mi aburrida vida.- se dijo para sí la princesa.

Así fue que la princesa vanidosa se dirigió a su castillo, donde ella vivía solamente acompañada por su personal de servicio.

Mientras tanto en el Bosque el gato, el pollito y el perro conversaban sobre lo que les había ocurrido.
Miau, miau, no es posible que esa princesa haya sido tan malvada con nosotros. Hay que darle su merecido – dijo Don Gato
Pío, pío, Pero, cómo? Si apenas con su pie me puede dar un pisotón y matarme. – decía asustado el pollito.
Guau, guau, guau Tiene razón pollito, esa princesa es capaz de todo, mejor no nos metemos – dijo el perro.

Eso justamente – dijo Don Gato. No le haremos caso de ningún modo pero antes de eso se me ocurre una idea, que te parece si le hacemos un pequeño escarmiento.
Miren este es el plan.
Así don Gato se puso de acuerdo con sus dos amigos para que cuando llegara la princesa pudieran darle otra acogida.

Paso una semana y la princesa cansada de estar en su castillo decidió dar un pequeño paseo al Bosque tal vez nuevamente podía divertirse con los tres animalitos. Ella los buscó pero no los encontró. Cuando ella se dio por vencida de buscarlos, Don perro se le acercó.

Ella entonces alzó su pierna para darle un pisotón a su cola, pero Don Perro abrió su boca y rompió parte del vestido que llevaba. En eso Don Gato con fuerte maullido la hizo saltar directo a la rama de un árbol erizando su cabello, donde estaba el pollito listo para hacer pis encima de su cara.

La princesa al mirarse en su espejo se horrorizó, y exclamó: ¿Por qué han hecho conmigo esto? Y se puso a llorar mucho: bua, bua, bua.
Los animalitos la miraron sin decir nada, sin hacerle caso se retiraron y la dejaron sola.

La princesa llegó al palacio, lloraba y gritaba su mala suerte, se decía a sí misma: No es justo, a una princesa no le puede ocurrir eso, porque toda princesa debe ser tratada como una princesa.

En eso, su madre que estaba de visita al verla tan desecha por dentro y por fuera la fue a consolar.
Hija mía, debes saber que si realmente quieres hacer honor al título de princesa, haz de sabértelo ganar, no es bueno hijita mía que solo te preocupes de ti misma y encima trates mal a los demás.

Hay mamá pero si yo no hice nada, me atacaron unos animales salvajes, exclamó la princesa excusándose

- No es cierto, hija mía no mientas a tu madre.

De acuerdo, en verdad quería divertirme con esos animalitos como lo hice la semana pasada.

Seguro, ellos han querido darte una lección- Exclamó la reina.
Escucha y presta atención: Trata a los demás como te gustaría que te traten a ti, pues siempre recibes lo que das en algún momento, para ti todos los que te rodean deben ser príncipes y princesas.

- Si madre, pero yo no se cómo hacerlo, siempre he sido así.

-Lo sé, lo sé. Pero no te desanimes, yo te ayudaré, que te pareces si vamos al Bosque e invitamos a esos animalitos a cenar al castillo.

-¿Después de lo que me hicieron?

-Sí, ya verás que no es tan difícil.
Así fue como madre e hija se dirigieron al Bosque a buscar a los tres animalitos.
-Don Gato, Sr. Perro, y pollito se sentían muy avergonzados, por su forma de actuar. Pero antes que ellos pidieran disculpas, la princesa y la reina se acercaron donde ellos. La pequeña princesa muy arrepentida expresó:
Por favor, perdónenme, por haberlos tratado mal, ustedes no me tienen que pedir disculpas, porque ustedes me han enseñado que hacer sentir mal a los demás es un error, ahora quiero que vayan al castillo, haré una cena especial para ustedes.
Los animalitos no lo podían creer, todos se abrazaron, y salieron junto con la princesa y la reina vistiendo los mejores trajes.
Rumbo al castillo se dirigieron entonando una ronda., pollito iba sobre el lomo de Don Gato, Don Perro iba olfateando las huellas y la princesa iba brincando de alegría. La reina preparo un rico buffet, unos suculentos huesos para Don Perro, los mejores pescados para Don Gato y el mejor maíz para Don Pollito. Comieron y jugaron mucho juntos todo el día hasta llegar la noche. Desde aquel momento la princesa aprendió que para poder divertirse no hace falta burlarse y que la amistad es el tesoro más preciado de todos.

Fin

miércoles, 22 de julio de 2009

Feng, El Potrillo Takhi. (escritora japonesa)

Feng, El Potrillo Takhi.


Feng solo pensaba en correr, la tierra se sacudía con mucha fuerza; Mongolia, conocida como “la tierra de los caballos” presenta sismos frecuentemente, mas en todo su año de vida, nunca hubo un sismo de magnitud similar.

Feng era un potrillo salvaje de raza taji o takhi (idioma de Mongolia) en occidente se conoce a los caballos de su raza como caballo Przewalski; su color era marrón oscuro y de noche parecía azabache. Vivía junto a la manada, viajando entre las estepas y desiertos de Mongolia, Kazajstán y parte de China; su padre era el semental de la manada y se llamaba “Rayo”.

El miedo aceleraba los latidos de su corazón y no paró de correr hasta que el movimiento sísmico se detuvo; mas al darse cuenta, la manada no estaba con él o mejor dicho, él no estaba con la manada. Estaba totalmente solo. Decidió regresar al lugar donde estaba, junto al grupo cuando todo empezó.

Empezaba a oscurecer, así que tendría que buscar donde pasar la noche antes de emprender nuevamente su recorrido al amanecer.

Llegó a un campamento de humanos y vio a unos camellos descansando, se acercó lenta y silenciosamente.

Los camellos lo miraron y uno de ellos le dijo:

- Pero si es un potrillo salvaje ¿Qué haces solo por aquí?

A lo que el potrillo respondió:

- Me llamo Feng y estoy buscando regresar junto con mi manada, me extravié en el sismo, pues no los seguí para buscar refugio. ¿Me pueden ayudar a encontrarla?

Otro de los camellos le dijo:

- Mira Feng, no podemos ayudarte, porque estos humanos no podrían seguir sin nosotros. Puedes pasar la noche aquí, pero te debes marchar al amanecer, pues si uno de estos hombres te ve, querrá capturarte y domarte luego.

Feng dudó un poco.
El camello le dijo:

- Es mejor que te quedes aquí, pues los lobos no se acercan al ver el fuego; si estas solo, serías una presa fácil para ellos.

Feng aceptó, al amanecer se cuidó de no ser visto por ningún humano, se despidió de los camellos y emprendió su camino.

En su recorrido se encontró con un grupo de antílopes y les dijo:

- Hola, mi nombre es Feng, estoy buscando a mi manada, ayer en el sismo me perdí…

El jefe de los antílopes se acercó y le dijo:

- Feng… si… Ayer vimos a tu manada y tu padre “Rayo” nos preguntó si no habíamos visto a un potrillo llamado Feng, que significa “viento” en chino ¿No es cierto?

Feng se emocionó y les dijo:

- Sí, me pusieron ese nombre para que recuerde que un caballo debe ser como el viento, libre… ¿Vieron a la manada? ¿Me pueden ayudar a encontrarla?

El antílope le respondió:

- Lo siento mucho, pero nos dirigimos al sur y no podemos ayudarte. Solo te recomiendo que tengas cuidado con los lobos y te alejes de los campamentos de los humanos.

Feng siguió su camino, se encontró con un rebaño de cabras y les dijo:

- Me llamo Feng y estoy buscando a mi manada, ¿La han visto? Ayer la perdí en el sismo, pero sé que me están buscando, me lo dijeron las antílopes.

Las cabras respondieron:

- No la hemos visto, tal vez al ver a los humanos que nos cuidan, no han querido acercarse a preguntar por ti…

En eso, Feng sintió que una cuerda le rodeaba el cuello y empezaba a ajustarle; había sido descubierto por los pastores que cuidaban a las cabras y ahora querían atraparlo.

Cuando una segunda cuerda le iba a ser echada al cuello, una de las cabras le gritó:

- ¡Corre, Feng, muévete! Nosotras nos encargamos…

Las cabras empezaron a correr en todas las direcciones , lo que hizo que los hombres dejasen de preocuparse por atrapar al potro y empezaron a juntar el rebaño nuevamente.

Uno de los hombres se lamento:

- ¡Maldición! Era una buena oportunidad para atrapar a ese caballo… y además estaba solo, sin su manada… ¿Por qué sería?

Otro respondió:
- Atrapar a ese caballo no es tan importante, como lo sería si estas cabras se dispersan nuevamente; buen trabajo que nos darían

Feng seguía corriendo y cuando estuvo lo suficientemente lejos, paró asustado aún.

- Vaya que estuvo cerca - se dijo.

En eso escuchó un ruido…se quedó parado y puso las orejas tiesas como hacen los caballos ante un sonido extraño, para escuchar mejor.

- Lobos - se dijo - Hay lobos cerca, tengo que huir de aquí…

Empezaba a correr, cuando se apareció un lobo en su camino…

- Vaya, pero… ¿Qué tenemos aquí? Un potrillo extraviado - dijo - mirándolo
fijamente.

Otro lobo salió y dijo:

- Hemos oído que un potrillo se extravió ayer en el sismo y vaya suerte la nuestra…

Otros lobos aparecieron y empezaron a rodearlo.

Feng tenía que escapar y empezó a dar patadas con las patas traseras, intentar morderlos era arriesgado, trataba de correr. Pero eran muchos lobos. En eso escuchó:

- ¡Feng! ¡Corre hijo, corre!

Su padre había llegado con todo el grupo, antes de rescatarlo, se puso detrás de la manada y los empujaba a un lugar seguro, las yeguas y los potrillos se quedaron ahí; mientras su padre junto con los otros machos corrieron a enfrentarse con los lobos; empezaron a luchar y los lobos al verse superados en cantidad y darse cuenta que los caballos no iban a dejarse vencer fácilmente, huyeron del lugar.

Después de pasado el susto, Feng se reunió con el grupo, se acercó a su madre y su padre, y estos lo acariciaron con sus hocicos. Feng preguntó cómo lo habían encontrado, ellos le dijeron que habían oído el incidente con las cabras y que ellas le dijeron la dirección que había tomado en su huida.

Feng estaba nuevamente junto con la manada y por seguridad sabía que tenía que permanecer cerca de sus compañeros.

Fin