miércoles, 30 de septiembre de 2009

Poesia Infantil "La cabeza y el gorro"


«Calor y abrigo te doy,
Dijo el gorro a la cabeza;
Y nunca de igual fineza
Deudor en nada te soy.»

La cabeza, con desdén,
Contestóle: «Errado vas,
Pues si tú calor me das,
Calor te doy yo también.

Olvidadizo te encuentro:
Mas piensa una vez siquiera,
Que si me abrigas por fuera,
También te abrigo por dentro.».

Muy errado el hombre vive,
Cuando sólo se complace
Pensando en el bien que hace,
Y no en el bien que recibe.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Poesia Infantil "La mano derecha y la izquierda"


Aunque la gente se aturda,
Diré,sin citar la fecha,
Lo que la Mano Derecha
Le dijo un día a la Zurda.

Y por si alguno creyó
Que no hay Derecha con labia,
Diré también lo que sabia
La Zurda le contestó.

Es, pues, el caso que un día,
Viéndose la Mano Diestra
En todo lista y maestra,
A la Izquierda reprendíía.

-Veo, exclamó con ahínco,
Que nunca vales dos bledos,
Pues teniendo cinco dedos,
Siempre eres torpe en los cinco.

Nunca puedo conseguir
Verte coser ni bordar:
¡Tú una aguja manejar!
Lo mismito que escribir.

Eres lerda, y no me gruñas,
Pues no puedes, aunque quieras,
Ni aun manejar las tijeras
Para cortarme las uñas.

Yo en tanto las corto a ti,
Y tú en ello te complaces,
Pues todo lo que no haces
Carga siempre sobre mí.

¿Dirásme, por Belcebú,
En qué demonios consista
El que, siendo yo tan lista,
Seas torpe siempre tú?

-Mi aptitud, dijo la Izquierda,
Siempre a la tuya ha igualado;
Pero a ti te han educado,
Y a mí me han criado lerda.

¿De qué me sirve tener
Aptitud para mi oficio,
Si no tengo el ejercicio
Que la hace desenvolver?

La Izquierda tuvo razón,
Porque, lectores, no es cuento:
¿De qué os servirá el talento,
Si os falta la educación?

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Poesia Infantil "El viejo, el niño y el burro"

El viejo, el niño y el burro



Iban un viejo y un chico
Por esos mundos de Dios,
Y acompañando a los dos
Iba también un borrico.

El vejete ya encorvado,
Iba a pie con mucha paz,
Y mientras tanto el rapaz
Iba en el burro montado.

Vieron esto ciertas gentes
De no sé qué población,
Y con acento burlón
Exclamaron impacientes:

-¡Mire usted el rapazuelo
Y qué bien montado va,
Mientras de viejo que está
Andar no puede el abuelo!

¿No era mejor que el chiquillo
Siguiera a pie de reata,
Y que el viejo que va a pata
Montara en el borriquillo?

El anciano que esto oyó,
Dijo al muchacho: -Discurro
Que hablan bien: baja del burro,
Que vaya montarlo yo.

El niño, sin impugnarlo,
Bajó del asno al instante,
Y echó a andar, mientras boyante
Iba el abuelo a caballo.

-¡Vaya un cuadro singular
Y un chistoso vice-versa!
(Dijo otra gente diversa,
Que así los vió caminar):

¡Mire usted el viejarrón
Y cómo va cabalgando,
Mientras el chico va dando
Tropezón tras tropezón!

¿No era mejor que el vejete
¡Maldito sea su nombre!
Fuese a pie, que al fin es hombre,
Y no el pobre mozalbete?

-¡Alabado sea Dios!
Dijo el viejo para sí:
¿Tampoco les gusta así?
¡Pues nada! a montar los dos.

Esto dicho, de la chupa
Tiró al muchacho, y subióle
De un brinco arriba, y montóle
Muy sí señor en la grupa.

-¡Perfectamente! exclamaron,
Soltando la taravilla,
Los de otro lugar o villa
Con los cuales se encontraron:

¿Habrá cosa más bestial,
Aunque sea pasatiempo,
Que montar los dos a un tiempo
En ese pobre animal?

¿No era mejor, voto a bríos,
Que alternasen en subir,
Y no que el burro ha de ir
Cargado así con los dos?

-Cosa es que ya me encocora
Exclamó el viejo bufando:
Bajemos los dos … ¡y andando!
A ver qué dicen ahora.

Y uno y otro descendieron.
Y a pie empezaron a andar,
Y… -¡Bien! ¡muy bien! ¡vaya un par!,
Otras gentes les dijeron:

¿Es posible que se dé
Quien así busque molestias?
¡Qué majaderos! ¡qué bestias!
Tienen burro, y van a pie.

Cargado entonces del todo,
Dijo el viejo: -¡Voto va!
¿Con que no podemos ya
Acertar de ningún modo?

Hagamos lo que nos cuadre,
Sin hacer caso el menor
De ese mundo charlador,
Llore o ría, grite o ladre.

Esté limpia la conciencia,
Que es el deber principal,
Y en lo demás cada cual
Consulte su conveniencia.

Por nada, pues, ya me aburro
En un mundo tan ruin:
Conque… arriba, chiquitín,
Que es lo mejor.-¡Arre, burro!

sábado, 19 de septiembre de 2009

Poesia Infantil "Caperucita"




Caperucita, la más pequeña
De mis amigas, ¿en dónde estás?
-Al viejo bosque se fué por leña,
Por leña seca para amasar.
-Caperucita, di, ¿no ha venido?
¿Cómo tan tarde no regresó?
-Tras ella todos al bosque han ido,
Pero ninguno se la encontró.
-Decidme, niño, ¿qué es lo que pasa?
¿Qué mala nueva llegó a tu casa?,
¿Por qué esos llantos?, ¿por qué esos gritos?
¿Caperucita no regresó?
-Sólo trajeron sus zapatitos,
¡Dicen que un lobo se la comió!

Fin

Autor: Francisco Villaespesa

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Poesia Infantil "Algun dia sabras"

Algun dia sabras


Que he querido morir por amarte
y sabrás lo que es vivir amándote…
entonces la vida me mostró
que no puedo enamorarme.

Algún día voy a morir amándote
verás que me voy a morir amándote
la vida me sigue mostrando
que no puedo enamorarme.

Mis solllozos no logran que vuelvas
la vida dice
que no me enamore
de nadie.

A través del licor
recuerdo al marino
que navegando se alejó por el mar
porque no pertenecía aquí
porque no tenía amor.

Hoy deseo que estuvieras
más eres el marino
que navegando nuevamente
se aleja
desapareciendo sobre el mar…

No eres ni de aquí ni de allá,
vacilando te desvías de mi amor
marino que no has aprendido a navegar
¿qué vientos te han llevado lejos de mi amor?…

Sé que estás allí,
oh sí, que me sientes,
sí que me sientes…

Afuera el viento quiere exterminar
con estas heridas inborrables
quisiera ayudarle,
quisiera ser su amigo
y decirle que no llore.

Que es mi alma la que sufre
pero no escucha
silba fuerte en el éter
de mi indulgencia propia.

Qué has hecho con mi vida
entregada a ti totalmente
empañada de llanto…

Una copa espera por mí,
una copa ilusa de amor,
lo has dejado todo
por las dudas que habitan en ti.

No me basta con mensajes extraños
necesito los tuyos,
los que dicen del amor,
los que hablan del sentir
los que dicta el corazón,
ellos son los reales, mi amor…

Quiero hundirme en tu regazo
lleno de vida y pasión
volver a sentir esa esperanza
que un día me visitó.

Ni siquiera las palabras
aclaran mi desilusión,
viajeras incesantes
de mi mente y de mi corazón…

Si las negras sureñas
pudieran abrir una esperanza,
les regalaría mi vida
en lugar de un corazón.

Ya ni las letras
amigas de mi canción
acompañan a esta triste
hermana olvidada.

Pobre de continuar la melodía
que se apaga
y es tarde
y el silencio hostiga mi alma
tan castigada por un amor…

La copa aún está llena de licor
sin ganas la saboreo
recordándote con adoración.

Qué diferente es todo sin ti
qué diferente es todo sin tu amor
ya no estás cerca
para estrecharte fuerte
para seducir tus manos sin dolor.

Sentía que te resbalabas de mi ser
alejándote otra vez
te sostuve sin cesar.

Eras como un ser
que caía en un vacío
sin poder alcanzar,
eras como el ser
sin poderte alcanzar.

Te fuíste sin dejar señas
dejándome sola una vez más…

No quiero seguir
no puedo más,
pero en ti intuyo
que tanpoco puedes amar…

Me embriago en tu alma
sin poder emigrar
a otras esferas
que me ayuden a rebrotar.

Eres el peregrino inalcanzable
de un fruto que dió lugar
a un nido infinito
de placer y humildad.

Entonces, qué pasó
con ese mundo celestial
del que tanto mencionas
en tus mensajes de harta densidad.

Quién eres en realidad…
un ser no identificado
que viaja sin cesar
o un ser de luz
que viene a recobrar
esa dulce ilusión
llamada libertad?…

Fin

sábado, 12 de septiembre de 2009

Poesia Infantil "Pixi el duendecito"

Pixi el duendecito






Pixi el duendecito
come caramelos
hechos con el dulce
néctar de las flores.

Duerme en el capullo
que un gentil gusano
tejió con la seda
tibia del verano.

Como todo duende
hace travesuras :
esconde botones
monedas y anillos…

Del dedo de un guante
sombrero de lana,
calzas amarillas
chaleco de pana.

Con verdes hojitas
y pétalos suaves,
confecciona el duende
toda su ropita.

Y sale de noche
a pasear canciones
que guarda en un libro
con letras lunares.

Si no come torta,
Pixi no se duerme;
torta de frutilla
con crema de nieve.

Si no bebe leche,
Pixi no se duerme;
leche de cabritas
libres y felices.

Camina de noche
bajo las estrellas,
con su carretilla
repleta de flores.

Señor de los bosques,
elfo silencioso,
que brillas y corres
por entre los árboles…

Yo quiero alcanzarte,
tocar tu sombrero,
tomarte en mis brazos,
cantarte un coplero.

Y luego llevarte
en tu carretilla,
para que charlemos
de cosas sencillas.

Y a vos te sugiero :
si quieres hallarlo,
búscalo en la tierna
gramilla nocturna,
o bajo un impacto
directo de luna.

Autora: Dora Ponce

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Poesia Infantil "Amenaza Mundial"

Amenaza Mundial




Un rey enojón se puso a gritar
Señoras y señores,
Con tantos seguidores
Un ejército puedo formar

Enojones y gritones
Aquí se pueden inscribir
Hagan una fila, sin empujones
Y prohibido sonreír

Los enojones se formaron
Todos sin sonreír
Seremos millones, imaginaron
Al mundo haremos sufrir

El mundo dominaremos
Nadie se divertirá
Caras feas veremos
Y alegría nunca habrá

Un enojón emocionado
Sonrió descontrolado
Como la traición, todos la vieron
De la fila lo corrieron

Otro enojón, concluyó
Sin empujones y sin gritos
Esto no tiene sentido
Mejor no participo

Para no relatar caso por caso
El final de este cuento, les diré
No hubo ejército, fue un fracaso

No se cumplió la amenaza
Ningún acuerdo alcanzaron
Entre ellos mismos, se enojaron
Y cada quien se fue a su casa

sábado, 5 de septiembre de 2009

Poesia Infantil "El viaje de dragoncito"

El viaje de dragoncito.




Dragoncito se despertó,
la caverna estaba fría y solitaria,
y bostezó tres veces:
una para encender la hoguera
en la pira refractaria,
otra para ahuyentar el sueño,
otra para probar su fortaleza.

Rápidamente
consumió su desayuno
de bayas frescas y hierbas aromáticas,
y desplegando el vuelo viajó
por cielos amplios y campiñas fantásticas.

Decidió visitar a sus parientes
de la aldea vecina,
pero al volar por sobre las vertientes
del poderoso río,
escuchó el llanto de los niños
que lloraban de frío.

Generoso,
su calor difundió por cien hogares,
y sofocó más tarde cien incendios
feroces y devastadores,
guardando en su maleta
las temibles hogueras.

Después siguió la costa ribereña
perdiéndose en los vendavales.
sobrevoló ciudades góticas
de inaccesibles torres,
y en un castillo, al borde del acantilado
saludó a una princesa solitaria.

Hambriento y extenuado,
al filo del crepúsculo,
ya no pensaba en visitar a sus parientes
de la aldea vecina.

Dragoncito aterrizó
por fin en la cueva de un amigo,
y al saludarse generaron
un incendio de proporciones gigantescas.

al final acordaron
que nada es más interesante,
que compartir con un amigo
una rica merienda
de bayas frescas y hierbas aromáticas.

Autora: Dora Leonor Ponce

miércoles, 2 de septiembre de 2009

El vuelo del cenzontle (escritor mexicano)

A orillas del Bosque de los Sueños, en frente del río Azul, y debajo de un árbol de mango, vive mi amiga Sahad Sonrisas Tiernas, una niña de seis años que tiene por afición coleccionar bellos recuerdos.
La aventura que les voy a contar, es uno de los recuerdos preferidos de Sahad, pues en esa ocasión ella aprendió la importancia de la libertad, del respeto a los demás y del enorme poder que te da la imaginación.
Todo empezó una tarde de mayo, cuando después de llover Sahad salió de su casa para caminar sobre la hierba húmeda, sentir el aire fresco de la tarde y buscar en la tierra algunos mangos que por la lluvia hubieran caído de los árboles.
Esa tarde especial, le llamó la atención la fuerza de la corriente del río. Sahad recorrió la orilla y casi sin notarlo se adentró unos metros en el bosque. Iba recordando lo que su abuelo le había enseñado, él le explicó cómo el agua se evapora, forma nubes, y después llueve sobre la montaña para convertirse en un río, y así recorre miles de kilómetros hasta llegar al mar. Tan concentrada estaba en sus pensamientos, que tardó en darse cuenta del angustioso revolotear de unos pájaros alrededor de un pequeño arbusto.
Sin hacer ruido se acercó a ellos y de inmediato los reconoció. Era una pareja de cenzontles. Los conocía porque su abuelo se los había enseñado más de una vez, cuando cantaban en las mañanas, parados sobre las ramas del árbol de mango que da sombra a la casa de Sahad.
Agachadita y casi sin moverse estuvo observándolos un rato escondida atrás de un árbol. Vio cómo uno de los cenzontles bajaba hacia el arbusto dando aletazos veloces y fuertes, mientras el otro se paraba sobre una rama y entonaba un canto desconsolado, y luego cambiaban de lugar, el que estaba en la rama bajaba y el que volaba subía a posarse sobre el árbol a cantar.
Sahad descubrió sobre la rama, muy cerca del tronco, un nido con un solo polluelo, y otro polluelo, tal vez derribado por la fuerza de la lluvia, estaba maltrecho en la base del arbusto. Decidida salió de su escondite, tomó al polluelo derribado entre sus manos e intentó colocarlo en su nido.
Fue imposible. El árbol era muy alto y por más que la niña estiraba sus bracitos no pudo alcanzar el nido, y cuantas veces intentó trepar por el tronco se resbaló sin lograr su propósito.
Pensó en dejar al polluelo donde lo encontró. Entonces, imaginó qué ocurriría si pasaba por ahí un zorro, un tlacuache o un gato. Así que decidió llevarlo a su casa y aunque le explicó sus razones a los papás cenzontles, ellos no entendieron lo que les dijo, y mientras mamá cenzontle se quedó a cuidar al polluelo del nido, papá cenzontle siguió a Sahad cantando desesperado. El ave volvió al bosque sólo después de que la niña se metió a su casa y cerró la puerta.
Sahad colocó al pequeño cenzontle en una jaula, y en la tierra le buscó algunos gusanitos para darle de comer. En la noche se lo enseñó a su abuelo como si se tratara de un tesoro. El anciano tomó la jaula, observó al polluelo y le explicó a Sahad que en un par de días estaría listo para poder volar.
A la mañana siguiente Sahad despertó por el canto de unos cenzontles afuera de su casa. Eran los papás del polluelo, que a través de una ventana habían descubierto a su hijo y se acercaron a cantarle que ellos estaban cerca y no lo habían olvidado. Sahad los ahuyentó, cerró las cortinas y se volvió a dormir.
El día pasó sin que Sahad volviera ver a los papás cenzontles, sin embargo, a la mañana siguiente la despertaron con su canto y su abuelo la llamó para liberar al polluelo, pero Sahad se opuso.
- El cenzontle es mío, le dijo, y conmigo se va a quedar.
- Sahad, le contestó el abuelo, el cenzontle no es tuyo. Tuvo la suerte de que lo encontraras y tal vez gracias a ti está vivo. Ahora escucha cómo lloran sus papás, están pidiendo que lo dejes ir. Recuerda que los cenzontles son aves que nacieron para ser libres.
- Lo siento abuelito, ya lo pensé y conmigo se va a quedar, respondió la niña.
Sin embargo, el resto de la tarde estuvo reflexionando sobre el cenzontle. Pensó en otras aves que estarían en el cielo volando juntas, recordó a los padres que lloraban por su hijo y observó al pequeño cenzontle abatido por estar encerrado. Además, no había querido comer en todo el día.
Salió de su casa con la jaula en las manos y cuando ya estaba por abrir la puerta para liberar al pequeño cenzontle, se arrepintió. Se había encariñado con él y no pensaba dejarlo ir porque le dolería, y ella, la de las lindas sonrisas, no quería estar triste.
Después de cenar la niña se lavó los dientes, se despidió de sus padres, le dio un beso a su abuelo, tapó con una manta la jaula del cenzontle y se fue a dormir.
Esa noche Sahad soñó que tenía alas. Eran unas alas doradas que nacían en su espalda y atravesaban su camisón blanco. Gracias a ellas pudo volar y mezclarse entre las parvadas de aves que la veían contentas y sorprendidas de encontrarse con una niña volando. Sahad subió hasta lo más alto del cielo, tocó las nubes con sus pies y desde arriba contempló feliz su casa, su escuela, a sus amigos y a sus padres, y vio también a su abuelo, que le extendía los brazos para abrazarla. Sahad bajó veloz, voló sobre ellos y los invitó a volar. Le respondieron que no podían porque no tenían alas. La niña se distrajo con el canto de un cenzontle atrapado en una casa, posó sus pies en la tierra, caminó buscando al pájaro y lo descubrió a través de una ventana. Quiso volar hacia él, pero en ese momento, sus alas desaparecieron.
Sahad lloró desconsolada porque ya no tenía alas para seguir volando y sus amigas aves seguirían allá arriba, mientras ella tendría que estar todo el tiempo en tierra. Desesperada les preguntó a sus padres si no habían visto sus alas, le respondieron que no y su abuelo la ayudó a buscarlas, y le decía que no las encontraba por ningún lado. En ese momento Sahad despertó.
Lloraba de verdad, y siguió llorando un rato pensando en que le hubiera gustado nacer con alas para poder volar. Era de madrugada y los papás del cenzontle ya estaban en la ventaba, cantando con fuerza para que los escuchara su hijo atrapado adentro de la casa.
Sahad tomó la jaula, con cuidado sacó al joven cenzontle, abrió la ventana de su casa y lo dejó volar.

Esa tarde volvió a llover. En cuanto paró la lluvia, Sahad tomó su capa de terciopelo blanco, y fue a buscar otros pajaritos que hubieran caído de su nido por la fuerza del viento para cuidarlos mientras se recuperaban y crecían.
Al verla caminar en el bosque la familia de cenzontles la reconoció, le dio la bienvenida y volaron alrededor de ella cantando sus mejores melodías. Sahad estiró su capa y corrió siguiéndolos, y jugó a ser cenzontle, y cantó, y rió contenta, porque ese día, por unos instantes, sintió que ella también volaba.