En Argel había un cautivo mallorquín que estaba en casa de un señor moro
que era ciego, porque éste le había comprado como esclavo. A este
cautivo, el señor le tenía mucha estima, porque era muy buen chico, y
sabía hacer muy bien todos los trabajos.
Un día el señor le dijo:
- Si hicieras lo que yo te pidiese y no me engañases, te daría la libertad y todo el dinero que quisieras.
- Diga qué quiere que haga.
- Si te enviase a Mallorca, no volverías, porque ésa es tu tierra, pero
si regresaras, te aseguro que estarías muy contento de mí.
- Diga qué quiere que haga en Mallorca, y confíe en mi palabra.
- Tú, ¿de que pueblo de Mallorca eres?
- De Valldemossa.
- Debes conocer el Puig de Na Fátima, ¿o no?
- Sí, señor, y mucho que lo he recorrido yendo a coger carrizo.
- Pues bien. Te daré siete pares de zapatos, y con estos siete pares de zapatos te irás a Mallorca.
- Cuando estés allí, el lunes te pondrás un par de zapatos, y con el par
de zapatos puestos, irás a lo alto del Puig de Na Fátima y te pasearás
por allí todo el día.
- Por la noche, te sacarás los zapatos, les harás una marca para saber que son los del lunes, y los guardarás bien guardados.
- Al día siguiente, el martes, te pondrás otro par de zapatos, y con
este par de zapatos puesto, irás de nuevo a lo alto del Puig de Na
Fátima y te pasearás todo el día por allí. Por la noche, les harás una
marca para saber que son los zapatos que has llevado el martes, y
también los guardarás bien guardados.
- El miércoles, te pondrás otros zapatos y harás lo mismo, y el jueves
lo mismo, y el viernes y el sábado, hasta el domingo, que te pondrás el
par de zapatos que hará siete, y todos les pondrás la marca del día que
los habrás llevado.
- Después, volverás aquí en seguida, y me traerás los siete pares de
zapatos bien envueltos, y ten mucho cuidado a perder alguno.
- No se preocupe, que todo se hará así como usted dice - dijo el esclavo.
- Bien - dijo el señor -. Si vuelves, te aseguro que no te arrepentirás,
porque después te daré la libertad y todo el dinero que quieras.
El cautivo fue a Mallorca, hizo todo lo que su amo le había dicho,
volvió a Argel, y le trajo los zapatos así como debía. Cuando el señor
vio que había vuelto, se puso muy contento, porque ya creía que no
volvería, y en seguida cogió los zapatos del lunes, se los pasó y los
frotó por delante de sus ojos... y nada
Cogió el par de zapatos del martes, se los pasó por delante de los ojos....y nada
Cogió el par del miércoles, el del jueves, el del viernes y el del sábado y todos se los pasó por delante de los ojos....y nada
Cogió el par que hacía siete, que era el del domingo, y se lo pasó por
delante de los ojos, y en seguida se curó de su ceguera y a partir de
aquel momento podía ver muy bien. Y fue gracias a la virtud de las
hierbas que habían pisado aquellos zapatos.
El señor abrazó al cautivo, y le empezó a besar, y después le dio la libertad y unos cuantos talegos llenos de dinero.
El cautivo regresó a Mallorca y vivió muy bien toda su vida, y sus descendientes todavía son ricos.
Esta misma rondalla se cuenta en Artà, y se localiza en el Puig den Maians
(Cuentos de Mallorca - Archiduque Luís salvador).
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