Cuenta la leyenda, que poco después de la Reconquista, cuando los cristianos, comandados por el rey Jaime I, lograron arrebatar Mallorca al islam, un matrimonio árabe tuvo que entregar su granja, situada en lo alto de la Serra de Tramuntana, a los nuevos señores. Para sobrevivir, no tardaron en abrazar la fe cristiana y bautizar asimismo a sus hijos. Uno de ellos, el pequeño Lluc, Lucas, se encargaba de llevar a las montañas el rebaño de cabras y ovejas de su padre para que se alimentasen allí.
Un día Lluc observó una extraña luz entre los espesos matorrales del "massís". Movido por la curiosidad, se adentró en ellos y descubrió una pequeña figura de la Virgen María que sobresalía a duras penas del suelo. Sin embargo, lo que realmente le causó sorpresa fue que la Virgen tuviera una piel tan oscura como la suya propia. Preso de una gran excitación, el joven pastor llevó la figura al párroco de la iglesia de Sant Pere d'Escorca, cuya primera referencia documental data del año 1247. El párroco destinó al valioso hallazgo un puesto de honor en la pequeña iglesia, pero al día siguiente, cuando los vientos de la Tramuntana habían difundido la noticia y llegaban fieles para venerarla, la Virgen había desaparecido. Ese mismo día por la tarde, Lluc volvió a encontrarla exactamente en el lugar del día anterior. Se la volvió a llevar al párroco, quien la colocó de nuevo en su hornacina para comprobar con gran asombro al día siguiente que había vuelto a desaparecer. Este juego del escondite continuó hasta que al párroco se le encendió una luz: la Virgen quería estar en el lugar en que, con su resplandor, llamó por primera vez la atención del pastorcillo Lluc e inmediatamente se construyó allí una capilla.
Ésta es la versión romántica y poética y quien se resista a lanzarse en los brazos del racionalismo moderno aceptando, por ejemplo, la versión más prosaica de que en mallorquín "lluc" significa bosque, que todavía abunda en el lugar y que, por tanto, el pequeño Lluc es una invención piadosa con un sobrenombre adecuado - hará bien en creerla a pies juntillas.
Un día Lluc observó una extraña luz entre los espesos matorrales del "massís". Movido por la curiosidad, se adentró en ellos y descubrió una pequeña figura de la Virgen María que sobresalía a duras penas del suelo. Sin embargo, lo que realmente le causó sorpresa fue que la Virgen tuviera una piel tan oscura como la suya propia. Preso de una gran excitación, el joven pastor llevó la figura al párroco de la iglesia de Sant Pere d'Escorca, cuya primera referencia documental data del año 1247. El párroco destinó al valioso hallazgo un puesto de honor en la pequeña iglesia, pero al día siguiente, cuando los vientos de la Tramuntana habían difundido la noticia y llegaban fieles para venerarla, la Virgen había desaparecido. Ese mismo día por la tarde, Lluc volvió a encontrarla exactamente en el lugar del día anterior. Se la volvió a llevar al párroco, quien la colocó de nuevo en su hornacina para comprobar con gran asombro al día siguiente que había vuelto a desaparecer. Este juego del escondite continuó hasta que al párroco se le encendió una luz: la Virgen quería estar en el lugar en que, con su resplandor, llamó por primera vez la atención del pastorcillo Lluc e inmediatamente se construyó allí una capilla.
Ésta es la versión romántica y poética y quien se resista a lanzarse en los brazos del racionalismo moderno aceptando, por ejemplo, la versión más prosaica de que en mallorquín "lluc" significa bosque, que todavía abunda en el lugar y que, por tanto, el pequeño Lluc es una invención piadosa con un sobrenombre adecuado - hará bien en creerla a pies juntillas.
Así lo hizo y continúa haciéndolo el pueblo, pues inmediatamente empezaron a afluir peregrinos con tal intensidad que en el año 1260 se puso la primera piedra de la ermita de Nostra Senyora de Lluc, regida entonces por la orden de los Agustinos, posteriormente, la construcción se amplió con un seminario y en la actualidad residen en ella y la atienden monjes del Sagrado Corazón.
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