La rana Tiddalick era una rana gigante que hacía temblar la tierra a su paso. Era una gran glotona y muy malhumorada que cuando se enfadaba podía hacer caer una montaña.
Un día se levantó de muy mal genio y con mucha sed. Empezó por beberse un lago, pero éste se terminó muy rápido y como más sed tenía, más se enfadaba Tiddalick. Fue bebiendo y bebiendo, primero un río, luego un mar y finalmente un océano hasta que no quedó ni una gota de agua en toda la tierra. Cansada de tanto beber, fue a tumbarse.
Los animales de la tierra empezaron a desesperarse, ya que sin agua no podían vivir y se les acaban las fuerzas. Se reunieron todos y decidieron ir a pedirle a Tiddalick que les devolviera el agua que tenía en su barriga.
Lo intentaron el canguro, el dingo, la cacatúa, pero ninguno de ellos consiguió que Tiddalick abriera los ojos y cambiara de opinión. Entonces, la pequeña comadreja dio una gran idea al grupo:
- ¡Tenemos que hacer reír a Tiddalick¡ - dijó entusiasmada – si ríe sin parar, conseguiremos que saque el agua de su barriga.
Con esa idea, todos los animales se fueron a ver a Tiddalick. Casi no tenían fuerzas porque estaban muertos de sed, pero hicieron un gran esfuerzo para hacer reír a la rana. Las cacatúas contaron chistes, los canguros hicieron unos saltos de circo, el lagarto puso sus caras más graciosas, sacó la lengua… Pero todo fue inútil, Tiddalick ni siquiera abrió un ojo.
Entonces apareció la anguila, pidiendo que le dejaran probar su estrategia. Empezó a moverse por encima de la rana, arriba y abajo, muy rápido y dando vueltas. De repente, Tiddalick empezó a reírse un poquito, y cada vez más fuerte, hasta que un chorro de agua empezó a salir de su boca.
Los animales vieron como gracias a las cosquillas de la anguila, Tiddalick sacó toda el agua y pudieron volver con su vida, ya que sin agua no hubiesen podido.
Es por eso, que ahora los nativos australianos miran las ranas en el río, y si beben mucha agua, es porque se acerca una época de sequía.
Un día se levantó de muy mal genio y con mucha sed. Empezó por beberse un lago, pero éste se terminó muy rápido y como más sed tenía, más se enfadaba Tiddalick. Fue bebiendo y bebiendo, primero un río, luego un mar y finalmente un océano hasta que no quedó ni una gota de agua en toda la tierra. Cansada de tanto beber, fue a tumbarse.
Los animales de la tierra empezaron a desesperarse, ya que sin agua no podían vivir y se les acaban las fuerzas. Se reunieron todos y decidieron ir a pedirle a Tiddalick que les devolviera el agua que tenía en su barriga.
Lo intentaron el canguro, el dingo, la cacatúa, pero ninguno de ellos consiguió que Tiddalick abriera los ojos y cambiara de opinión. Entonces, la pequeña comadreja dio una gran idea al grupo:
- ¡Tenemos que hacer reír a Tiddalick¡ - dijó entusiasmada – si ríe sin parar, conseguiremos que saque el agua de su barriga.
Con esa idea, todos los animales se fueron a ver a Tiddalick. Casi no tenían fuerzas porque estaban muertos de sed, pero hicieron un gran esfuerzo para hacer reír a la rana. Las cacatúas contaron chistes, los canguros hicieron unos saltos de circo, el lagarto puso sus caras más graciosas, sacó la lengua… Pero todo fue inútil, Tiddalick ni siquiera abrió un ojo.
Entonces apareció la anguila, pidiendo que le dejaran probar su estrategia. Empezó a moverse por encima de la rana, arriba y abajo, muy rápido y dando vueltas. De repente, Tiddalick empezó a reírse un poquito, y cada vez más fuerte, hasta que un chorro de agua empezó a salir de su boca.
Los animales vieron como gracias a las cosquillas de la anguila, Tiddalick sacó toda el agua y pudieron volver con su vida, ya que sin agua no hubiesen podido.
Es por eso, que ahora los nativos australianos miran las ranas en el río, y si beben mucha agua, es porque se acerca una época de sequía.
Wou que interesante
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