viernes, 6 de enero de 2012

Tanabata "cuento japones"

Hace mucho, mucho tiempo, en algún lugar vivía un joven que un día volviendo del trabajo encontró una tela en el camino, la tela más bella que jamás había visto. "¡Qué tela tan bella!", dijo impresionado y la metió en su canasta. En ese momento alguien lo llamó, y al voltear se sorprendió mucho al ver aparecer a una mujer muy bonita quien le dijo: "Me llamo Tanabata. Por favor devuélveme mi 'hagoromo'." El joven le preguntó: "¿Hagoromo? ¿Qué es un hagoromo?" La mujer le contestó: "Hagoromo es una tela que uso para volar. Vivo en el cielo. No soy humana. Descendí para jugar en aquella laguna, pero sin mi "hagoromo" no podré regresar. Por eso le pido que me la devuelva. El joven avergonzado no pudo decir que él la había ocultado y le dijo: "¡Yo no sé de qué me hablas!" Tanabata no pudo volver al cielo y no tuvo más remedio que quedarse en la tierra. Con el tiempo ambos se hicieron muy amigos y posteriormente se casaron. Después de unos años, Tanabata, cuando hacía la limpieza de la casa, encontró el hagoromo. Sorprendida se dirigió a su marido y le dijo: "¡Ah! Tú fuiste el que tomó mi hagoromo. Ahora que ya la he encontrado tengo que regresar al cielo. Si tú me amas, haz mil pares de sandalias de paja y entiérralas en torno a un bambú. Si lo haces podremos vernos nuevamente. Házlo por favor. Te estaré esperando." Diciendo estas palabras Tanabata subió al cielo. El joven se quedó muy triste y empezó a hacer las sandalias de paja que Tanabata le había mencionado y así poder verla. Un día hizo mil pares de sandalias de paja y las enterró en torno a un bambú. En ese momento el bambú se alargó muy alto hasta el cielo. El joven se sorprendió mucho y dijo: ¡Ah, Treparé el bambú y podré ver a Tanabata!". Y así lo hizo, subió y subió y llegó a la punta del bambú pero éste no llegaba al cielo. Le faltaba sólo un poco para llegar. En realidad le faltaba un par de sandalias para completar el millar. El joven dijo: "Me falta sólo un poco para alcanzar el cielo" y exclamó "¡Tanabata! ¡Tanabata!" Su voz alcanzó a Tanabata quien se puso muy contenta y enseguida extendió su brazo y lo alzó. Ellos muy felices se tomaron de las manos. En ese momento apareció el padre de Tanabata quien le preguntó: "¿Quién es ese hombre?" Tanabata le contestó: "Este es mi esposo." El joven dijo: "Mucho gusto." Al padre no le gustaba que Tanabata se haya casado con un humano y preguntó al joven: "¿Que trabajo tiene?" El joven le contestó: "Soy labrador." El padre dijo: "Bueno durante tres días cuida mis tierras." "Sí. Entendido.", respondió el joven. Tanabata le dijo a su marido que su padre le estaba haciendo una trampa y que aunque tuviese sed no comiese ninguna fruta pues le ocurriría algo malo." El joven se puso a cuidar las tierras. Pasaron los días y empezó a tener mucha sed. "Tengo mucha sed. Ya no puedo aguantar. Sólo un poco....." En eso, las manos del joven se dirigían a la fruta inconcientemente. La tocó y de ella empezó a salir mucha agua, convirtiéndose en un río, el "Amanogawa". El joven y Tanabata quedaron separados por Amanogawa y ambos se convirtieron en estrellas, las estrellas Vega y Altaír. Desde entonces, la pareja con el permiso del padre, puede encontrarse sólo un día al año, el siete de julio. Ambas estrellas aún brillan en el cielo.

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