viernes, 27 de mayo de 2016

Leyenda de Mallorca: La Bahia de la Madona Vagante

Eran rudos marineros que provenían de la ciudad de Génova. El mar era su casa, su hogar. No era la primera vez que tomaban rumbo a occidente. Su objetivo era la costa de España. 

Gente sencilla, optimista y de buen humor estos marineros de Génova. Por más que el Mediterráneo se comportara de un modo salvaje y caprichoso. Aunque la tempestad y la lluvia azotasen las tablas de la nave. La pequeña imagen blanca de la Madre de Dios, que les acompañaba en todos sus viajes, les preservaría siempre del mal. Así viajaban con la bendición de la Santísima Virgen. Y la Virgen recompensaba esa confianza con su protección y amparo.

Pero vino la noche de la gran tempestad. El mar se enfureció como nunca. El cielo había abierto todas sus esclusas. ¿Se vería impedida esta vez la venerada Patrona de extender su protectora mano sobre los hombres del barco genovés? Los marineros imploraban al cielo, que amenazaba derrumbarse sobre ellos. Dirigían súplicas hacia arriba mientras luchaban contra el temporal furioso y rugiente. Pero el huracán azotaba con fuerza desenfrenada las míseras huestes. 

Entonces el capitán entonó un himno. Entre la furia del mar llegaron las primeras notas de la canción a los oídos de los marineros. La canción se propagó de hombre a hombre. Era el canto de una oración. Una llamada a la Virgen. Un canto de súplica a la Madre de Dios. ¡Una promesa al mismo tiempo! Si nosotros, tus hijos, pisamos una vez más tierra firme, te erigiremos en ese país un lugar de oración. Y la imagen, que nos ha acompañado a través de todos los peligros de nuestra vida, encontrará allí un nuevo hogar.

 Y así cuenta la leyenda que los marineros pusieron pie en suelo firme, en la bahía de Portals Vells. Se acordaron de la promesa que hicieron en las horas del gran peligro. En una cueva, a poca distancia del agua, instalaron la blanca imagen de su Patrona. Y muchos creyentes vinieron en adelante a rezar a la Virgen en la Cova de la Mare de Deu de Portals Vells, cuando iban al ancho mar maridos, hijos y amigos.

En viejas crónicas se habla de la “Madona Sancta María del Carma de Mallorca”. Pero no sólo vinieron hombres llenos de piedad y devoción. La Madona estuvo varias veces expuesta al peligro de caer víctima de ladrones. 

Y como de nada servía tampoco una reja, se decidió asignarle un lugar más seguro. Algunos “viajes” tuvo que emprender de iglesia en iglesia hasta que finalmente, en mayo de 1866, encontró descanso bien merecido en la iglesia parroquial de Portals Nous.

jueves, 19 de mayo de 2016

Leyenda de Mallorca: El Moro enamorado

De esta historia, hace ya muchos años, tantos, que ni la gente mayor de Valldemossa recuerda bien cual era el año. Había un gran señor musulmán que tenia un valle maravilloso que, al llegar los meses de enero y febrero, se llenaban de flores blancas y rosadas que lo perfumaban todo.

Este moro era un hombre joven, alto y delgado, y con una barba tan negra y suave que parecía un cielo de noche lleno de estrellas. Se había hecho construir un palacio maravilloso, lleno de fuentes, jardines, mármoles y riquezas. Cofres de oro llenos de piedras preciosas, alfombras y cortinas de todos los colores de l’arc de Sant Martí…. Esclavos de todas las razas hacían de criados, de músicos y de bailarines. Pero la joya que más quería de todas, la que más llenaba de orgullo a este moro, que se llamaba Mussa, era una cautiva cristiana, una joven de cabellos dorados y ojos azules, de la cual estaba locamente enamorado. También ella le correspondía con su amor, haciéndolo feliz con sus caricias y risa fresca..

A Mussa le gustaba dar largas caminatas por sus dominios, se entrenaba diariamente con el uso de las armas, nadaba bajo agua con una resistencia que ponía la piel de gallina, y ni un solo día dejaba de cabalgar horas y horas montando a “Hijo del desierto”, su caballo. Aquella tarde como era habitual, había salido a dar un paseo a caballo, y como siempre, se había parado a admirar la puesta de sol, una orgía de colores se mezclaban en el cielo: azules, verdes, rojos… Sí, rojos eran los rayos de sol que caían encima de su palacio, demasiado rojos……

A Mussa esto le pareció un mal presagio y, espoleando a su caballo, empezó a correr como un loco. Un mal pensamiento le perseguía. Al llegar, entró en el jardín subiendo los escalones de tres en tres, ella siempre le esperaba en el balcón, pero esta vez no estaba, como tampoco sus esclavas Aixa y Fátima, ni Alí, el eunuco que siempre la defendía. Los perros habían enmudecido, todo estaba en silencio, un silencio que daba miedo.

Entró en la casa y el espectáculo era aterrador. Todo estaba lleno de sangre. Peor todavía, encontró las habitaciones con los cadáveres de los guardias y de sus servidores, los perros habían sido degollados. Habían desaparecido los cofres de oro y las joyas. Había desaparecido todo.

Pensó que solo podían haber sido los piratas que siempre dejaban su sello de salvajes. Se habían aprovechado de su ausencia para atacar y saquear su palacio. Subió a la torre más alta y, según dicen, sus gritos de dolor eran tan fuertes que podían oírse a lo largo de todo el valle. Miró al mar, y vio una galera y tres botes de remos que se le iban acercando. Reconoció la embarcación: era la galera de Lusuf Jalid, terrible pirata que dominaba las costas del Mediterráneo. Hacia tiempo que había jurado vengarse de Mussa por una derrota que no podía olvidar. Tiempo atrás habían hecho una apuesta sobre cual de los dos caballos que tenían era el mejor. Y “Hijo del desierto”, el caballo de Mussa, ganó a “Hijo de Omar”, que era el caballo de Lusuf Jalid. Para poder rescatar a su enamorada, Mussa, corrió al galope hacia la playa y allí vio como la galera se alejaba mar adentro.

Mussa, se puso a pensar el castigo que podría dar al pirata, pero lo dejó para cuando llegara la ocasión. Sin pensarlo más se tiró de cabeza al agua y comenzó a nadar con brazadas largas y seguras. El pirata empezó a temblar cuando lo descubrió, porque conocía muy bien a Mussa, y sabía que sus venganzas eran terribles. Cuando ya estaba cerca de la galera, Lusuf, dio orden a sus hombres que dispararan flechas a Mussa, que de pronto, desapareció bajo el agua. Los piratas le creyeron muerto, pensando que lo habían herido, se pusieron a gritar de alegría. Pero un grito de sorpresa salió de todas las gargantas. Sobre la cubierta de un bote, había subido Mussa, escurriendo agua, con la mirada feroz y un puñal en la mano derecha. Entonces, Mussa, de un salto felino, se lanza encima del pirata y le clava el puñal en el corazón. Los otros piratas cuando vieron aquello, se arrodillaron para pedirle perdón y rogar que los tomaran por esclavos.

La aparición de su enamorada sana y salva, acompañada de su fiel eunuco Alí, le hizo olvidar todos sus proyectos de venganza que, una vez muerto el pirata, ya no tenían fundamento. Y dio orden de orientar la nave hacia la playa para retornar a palacio.

Y en el mismo lugar donde había estado el palacio, aquel palacio maravilloso, la seguridad de un castillo, dominó todo el valle. Y fue este valle el que la gente llamaba “Vall d’en Mussa”, ”Valldemosa”, y que a acabado con el “Valldemossa” de ahora. Y se dice que aquel castillo del moro se convirtió en la actual Cartoixa.


María Dolors Cortey (Llegendes de les nostres terres).

miércoles, 11 de mayo de 2016

Leyenda de Mallorca: Mare de Deu de LLuc "Madre de Dios de Lucas"

Cuenta la leyenda, que poco después de la Reconquista, cuando los cristianos, comandados por el rey Jaime I, lograron arrebatar Mallorca al islam, un matrimonio árabe tuvo que entregar su granja, situada en lo alto de la Serra de Tramuntana, a los nuevos señores. Para sobrevivir, no tardaron en abrazar la fe cristiana y bautizar asimismo a sus hijos. Uno de ellos, el pequeño Lluc, Lucas, se encargaba de llevar a las montañas el rebaño de cabras y ovejas de su padre para que se alimentasen allí.

Un día Lluc observó una extraña luz entre los espesos matorrales del "massís". Movido por la curiosidad, se adentró en ellos y descubrió una pequeña figura de la Virgen María que sobresalía a duras penas del suelo. Sin embargo, lo que realmente le causó sorpresa fue que la Virgen tuviera una piel tan oscura como la suya propia. Preso de una gran excitación, el joven pastor llevó la figura al párroco de la iglesia de Sant Pere d'Escorca, cuya primera referencia documental data del año 1247. El párroco destinó al valioso hallazgo un puesto de honor en la pequeña iglesia, pero al día siguiente, cuando los vientos de la Tramuntana habían difundido la noticia y llegaban fieles para venerarla, la Virgen había desaparecido. Ese mismo día por la tarde, Lluc volvió a encontrarla exactamente en el lugar del día anterior. Se la volvió a llevar al párroco, quien la colocó de nuevo en su hornacina para comprobar con gran asombro al día siguiente que había vuelto a desaparecer. Este juego del escondite continuó hasta que al párroco se le encendió una luz: la Virgen quería estar en el lugar en que, con su resplandor, llamó por primera vez la atención del pastorcillo Lluc e inmediatamente se construyó allí una capilla.

Ésta es la versión romántica y poética y quien se resista a lanzarse en los brazos del racionalismo moderno aceptando, por ejemplo, la versión más prosaica de que en mallorquín "lluc" significa bosque, que todavía abunda en el lugar y que, por tanto, el pequeño Lluc es una invención piadosa con un sobrenombre adecuado - hará bien en creerla a pies juntillas.

Así lo hizo y continúa haciéndolo el pueblo, pues inmediatamente empezaron a afluir peregrinos con tal intensidad que en el año 1260 se puso la primera piedra de la ermita de Nostra Senyora de Lluc, regida entonces por la orden de los Agustinos, posteriormente, la construcción se amplió con un seminario y en la actualidad residen en ella y la atienden monjes del Sagrado Corazón.

martes, 3 de mayo de 2016

Leyenda de Mallorca: El Moro Ciego (Valldemossa)

En Argel había un cautivo mallorquín que estaba en casa de un señor moro que era ciego, porque éste le había comprado como esclavo. A este cautivo, el señor le tenía mucha estima, porque era muy buen chico, y sabía hacer muy bien todos los trabajos.

Un día el señor le dijo:

- Si hicieras lo que yo te pidiese y no me engañases, te daría la libertad y todo el dinero que quisieras.

- Diga qué quiere que haga.

- Si te enviase a Mallorca, no volverías, porque ésa es tu tierra, pero si regresaras, te aseguro que estarías muy contento de mí.

- Diga qué quiere que haga en Mallorca, y confíe en mi palabra.

- Tú, ¿de que pueblo de Mallorca eres?

- De Valldemossa.

- Debes conocer el Puig de Na Fátima, ¿o no?

- Sí, señor, y mucho que lo he recorrido yendo a coger carrizo.

- Pues bien. Te daré siete pares de zapatos, y con estos siete pares de zapatos te irás a Mallorca.

- Cuando estés allí, el lunes te pondrás un par de zapatos, y con el par de zapatos puestos, irás a lo alto del Puig de Na Fátima y te pasearás por allí todo el día.

- Por la noche, te sacarás los zapatos, les harás una marca para saber que son los del lunes, y los guardarás bien guardados.

- Al día siguiente, el martes, te pondrás otro par de zapatos, y con este par de zapatos puesto, irás de nuevo a lo alto del Puig de Na Fátima y te pasearás todo el día por allí. Por la noche, les harás una marca para saber que son los zapatos que has llevado el martes, y también los guardarás bien guardados.

- El miércoles, te pondrás otros zapatos y harás lo mismo, y el jueves lo mismo, y el viernes y el sábado, hasta el domingo, que te pondrás el par de zapatos que hará siete, y todos les pondrás la marca del día que los habrás llevado.

- Después, volverás aquí en seguida, y me traerás los siete pares de zapatos bien envueltos, y ten mucho cuidado a perder alguno.

- No se preocupe, que todo se hará así como usted dice - dijo el esclavo.

- Bien - dijo el señor -. Si vuelves, te aseguro que no te arrepentirás, porque después te daré la libertad y todo el dinero que quieras.

El cautivo fue a Mallorca, hizo todo lo que su amo le había dicho, volvió a Argel, y le trajo los zapatos así como debía. Cuando el señor vio que había vuelto, se puso muy contento, porque ya creía que no volvería, y en seguida cogió los zapatos del lunes, se los pasó y los frotó por delante de sus ojos... y nada

Cogió el par de zapatos del martes, se los pasó por delante de los ojos....y nada

Cogió el par del miércoles, el del jueves, el del viernes y el del sábado y todos se los pasó por delante de los ojos....y nada

Cogió el par que hacía siete, que era el del domingo, y se lo pasó por delante de los ojos, y en seguida se curó de su ceguera y a partir de aquel momento podía ver muy bien. Y fue gracias a la virtud de las hierbas que habían pisado aquellos zapatos.

El señor abrazó al cautivo, y le empezó a besar, y después le dio la libertad y unos cuantos talegos llenos de dinero.

El cautivo regresó a Mallorca y vivió muy bien toda su vida, y sus descendientes todavía son ricos.

Esta misma rondalla se cuenta en Artà, y se localiza en el Puig den Maians
(Cuentos de Mallorca - Archiduque Luís salvador).