Hace mucho tiempo ya, en la ciudad alemana de Hamelin, una terrible invasión de ratas desesperaba a la población.
Los horribles roedores estaban por todas partes: en las alacenas, las cunas de los niños, paseando por las calles, en los establos, debajo y dentro de las camas, encima de los mostradores de los comercios. Como dije, estaban por todas partes.
Tan aterradora era la situación que el alcalde pregonó por todo el país que aquél que pudiera deshacerse de las ratas, recibiría una enorme bolsa llena de monedas de oro. Pero, por muy tentadora que fuera la propuesta, nadie conseguía sacar a los invasores de la ciudad.
Fue entonces cuando se presentó ante el alcalde un personaje inusual. Alto, delgado, vestido con brillantes colores y un punteagudo sombrero adornado con una pluma, era el flautista que tenía ante sí, el ilustre jefe de estado.
¿Cómo piensa usted - dijo el alcalde al flautista- eliminar a las ratas?. El flautista sonriendo contestó: -No se preocupe señor alcalde. Usted tenga lista mi recompensa porque antes del final del día Hamelin estará libre de roedores. Y así diciendo se encaminó a la plaza principal de la ciudad. Midió el viento y luego, acercándose la flauta a los labios, comenzó a soplar.
Al oir la música que emanaba el instrumento mágico todas las ratas de la ciudad dejaron de hacer lo que estaban haciendo y se congregaron en torno al flautista. Cuando las hubo juntado a todas, comenzó a caminar, siempre tocando la misma melodía, y las ratas, como se imaginarán, lo seguían frenéticas. Así las guió el flautista hasta el borde de un precipicio donde, encantadas por el sonido de la música, las ratas se lanzaron y desaparecieron para siempre.
Cumplida su tarea, el flautista regresó a Hamelin para cobrar el pago prometido, pero para su sorpresa se encontró las puertas de acceso cerradas. Golpeó y golpeó diciendo: "Habitantes de Hamelin, déjenme entrar, soy yo, el flautista que los ha liberado".- Pero desde adentro solo se oyó la voz del alcalde que decía:-"Bien, flautista, has cumplido tu palabra, la ciudad te está muy agradecida. Ahora puedes marchar"- Pero el flautista, que ya estaba empezando a enojarse, replicó: "¿No está olvidando mi recompensa señor alcalde?"- "¿Recompensa? ¿Qué recompensa flautista? Yo nunca te prometí nada."
Entonces el músico, ya furioso gritó para que lo escuche toda la ciudad: "Les advierto, ciudadanos de Hamelin, que si no cumplen su promesa, antes del final del día, esta se convertirá en la ciudad más triste del mundo".- Pero en lugar de oir la advertencia el alcalde dijo en son de burla: "¿Y cómo piensas hacer eso? ¿Acaso tocarás melodías tristes con tu pobre flauta esperando que alguien se compadezca de tí?" Y la ciudad entera rió de la ocurrencia del funcionario, e imprudentemente ignoraron los reclamos del flautista.
Entonces, tomando su flauta una vez más, el mágico músico comenzó a tocar la melodía más dulce del mundo, que encantó a todos los niños de la ciudad inmediatamente. Jubilosos, dejaron sus juegos, quehaceres, meriendas, y aún los más pequeños bebés salieron de sus cunas al encuentro del flautista, saltanto y cantando al son de su música. Solo un niño cojo y huérfano, quedó rezagado y no logró alcanzarlos a tiempo cuando, guiados por el flautista llegaron al pie de una montaña.
Entonces, con un ademán, la montaña se abrió para ellos revelando un mundo mágico de dulces, juegos y felicidad eterna. Todos entraron y la montaña se cerró, para no abrirse nunca más, dejando atrás al pobre niño que con sus muletas, no había podido correr a la par de los demás.
Como el flautista había predicho, Hamelin se convirtió entonces en la ciudad más triste del mundo, donde todas las madres y padres lloraron la pérdida de sus hijos y se turnaron en la crianza del único niño que no pudo partir.
Quizás algún día, cuando los corazones de los hombres se vuelvan puros como los de los niños y pierdan su avaricia y traición, la montaña se vuelva a abrir.
Los horribles roedores estaban por todas partes: en las alacenas, las cunas de los niños, paseando por las calles, en los establos, debajo y dentro de las camas, encima de los mostradores de los comercios. Como dije, estaban por todas partes.
Tan aterradora era la situación que el alcalde pregonó por todo el país que aquél que pudiera deshacerse de las ratas, recibiría una enorme bolsa llena de monedas de oro. Pero, por muy tentadora que fuera la propuesta, nadie conseguía sacar a los invasores de la ciudad.
Fue entonces cuando se presentó ante el alcalde un personaje inusual. Alto, delgado, vestido con brillantes colores y un punteagudo sombrero adornado con una pluma, era el flautista que tenía ante sí, el ilustre jefe de estado.
¿Cómo piensa usted - dijo el alcalde al flautista- eliminar a las ratas?. El flautista sonriendo contestó: -No se preocupe señor alcalde. Usted tenga lista mi recompensa porque antes del final del día Hamelin estará libre de roedores. Y así diciendo se encaminó a la plaza principal de la ciudad. Midió el viento y luego, acercándose la flauta a los labios, comenzó a soplar.
Al oir la música que emanaba el instrumento mágico todas las ratas de la ciudad dejaron de hacer lo que estaban haciendo y se congregaron en torno al flautista. Cuando las hubo juntado a todas, comenzó a caminar, siempre tocando la misma melodía, y las ratas, como se imaginarán, lo seguían frenéticas. Así las guió el flautista hasta el borde de un precipicio donde, encantadas por el sonido de la música, las ratas se lanzaron y desaparecieron para siempre.
Cumplida su tarea, el flautista regresó a Hamelin para cobrar el pago prometido, pero para su sorpresa se encontró las puertas de acceso cerradas. Golpeó y golpeó diciendo: "Habitantes de Hamelin, déjenme entrar, soy yo, el flautista que los ha liberado".- Pero desde adentro solo se oyó la voz del alcalde que decía:-"Bien, flautista, has cumplido tu palabra, la ciudad te está muy agradecida. Ahora puedes marchar"- Pero el flautista, que ya estaba empezando a enojarse, replicó: "¿No está olvidando mi recompensa señor alcalde?"- "¿Recompensa? ¿Qué recompensa flautista? Yo nunca te prometí nada."
Entonces el músico, ya furioso gritó para que lo escuche toda la ciudad: "Les advierto, ciudadanos de Hamelin, que si no cumplen su promesa, antes del final del día, esta se convertirá en la ciudad más triste del mundo".- Pero en lugar de oir la advertencia el alcalde dijo en son de burla: "¿Y cómo piensas hacer eso? ¿Acaso tocarás melodías tristes con tu pobre flauta esperando que alguien se compadezca de tí?" Y la ciudad entera rió de la ocurrencia del funcionario, e imprudentemente ignoraron los reclamos del flautista.
Entonces, tomando su flauta una vez más, el mágico músico comenzó a tocar la melodía más dulce del mundo, que encantó a todos los niños de la ciudad inmediatamente. Jubilosos, dejaron sus juegos, quehaceres, meriendas, y aún los más pequeños bebés salieron de sus cunas al encuentro del flautista, saltanto y cantando al son de su música. Solo un niño cojo y huérfano, quedó rezagado y no logró alcanzarlos a tiempo cuando, guiados por el flautista llegaron al pie de una montaña.
Entonces, con un ademán, la montaña se abrió para ellos revelando un mundo mágico de dulces, juegos y felicidad eterna. Todos entraron y la montaña se cerró, para no abrirse nunca más, dejando atrás al pobre niño que con sus muletas, no había podido correr a la par de los demás.
Como el flautista había predicho, Hamelin se convirtió entonces en la ciudad más triste del mundo, donde todas las madres y padres lloraron la pérdida de sus hijos y se turnaron en la crianza del único niño que no pudo partir.
Quizás algún día, cuando los corazones de los hombres se vuelvan puros como los de los niños y pierdan su avaricia y traición, la montaña se vuelva a abrir.
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