viernes, 22 de enero de 2010

El Gato con Botas

Había una vez un pobre molinero que antes de morir quiso repartir entre sus hijos lo poco que tenía. Entonces los llamó junto a su lecho y dijo al primero:”Esta casa es para tí, mi primogénito”. Y su hijo le agradeció. Se dirigió después al segundo y le dijo: “Para tí es el molino, mi buen hijo”. Y su hijo también le agradeció. Finalmente le llegó el turno al más jóven de los hermanos y su padre le dijo: “A tí, mi querido hijo, te dejo mi gato, cuida de él que de mucho te servirá”. Y, aunque menos convencido que sus hermanos, este hijo también le agradeció. Cuando hubo fallecido el padre, el hermano más joven se encontro sin techo y sin oficio y pensó en voz alta: “Que mala suerte la mía. Todo lo que tengo este pobre gato, y nisiquiera tengo lo suficiente para darle de comer”. Entonces para su sorpresa el gato le dijo con voz humana: “No te preocupes amo que sabré servirte bien.

Consígueme un par de botas y una bolsa y te prometo que tu suerte cambiará”.-Demasiado confundido como para discutir, el joven se hizo de aquello que le pedían y centrando en él todas sus esperanzas lo vió partir.-El gato se adentró en el bosque, fijó una trampa y esperó que una perdiz cayera en ella. Metió al animal en una bolsa y muy decidio se dirigió al castillo real. Al llegar gritó a viva voz: “¡Abrid paso al mensajero del marques de Carabá! Abrid paso” Y el rey, curioso al ver tan insólito espectáculo (convengamos que un gato parlanchín con botas cargando una bolsa no es algo que se vea todos los días), salió a su encuentro.

Postrándose a sus pies con una gran reverencia el gato se dirigió al rey diciendo: “Majestad, os traigo un presente de mi amo, el marqués de Carabá” Y así diciendo entregó la bolsa al rey quien nunca había oído hablar de ese marqués per divertido la aceptó. Al día siguiente se apareció de nuevo el gato ante el rey con otro regalo, y así a lo largo de varias semanas hasta que finalmente un día el soberano dijo: “Gato, realmente tengo muchos deseos de conocer a tu amo, el marqués de Carabá que tan generoso y atengo ha sido con migo”.- Y sin pensarlo dos veces el gato replicó: “Será un honor majestad si vos y vuestra hija deseáis reuniros con mi señor en su castillo mañana por la mañana. Solo debeís dirigir vuestro carruaje mañana por el camino del sur y nosotros saldremos a recibirlos”.

Muy contento el rey aceptó la invitación, y el gato corrió entonces a ver a su amo y le contó lo que había estado haciendo. El muchacho poco más se muere del espanto al oir las noticias y le dice: “Gato, ¿cómo voy a recibir yo al rey si no tengo más que harapos para vestir y no tengo más que una choza para vivir?” Pero el gato estaba muy tranquilo y le dijo con voz segura: “Ya me he ocupado yo de pensar todo eso, tu solo ocúpate de seguir mis instrucciones”.Al día siguiente gato y amo se dirigieron al camino sur donde debían recibir al rey, y cuando a lo lejos vieron la polvadera que levantaba la carroza real, el gato dijo a su amo: “Pronto, quítate la ropa y arrójate a aquel arroyo”.

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