jueves, 3 de mayo de 2012

El rey Wamba "leyenda"

Habiendo muerto el ilustre rey godo Recesvinto sin sucesión, hacia el año 672 de nuestra era, quedaba vacante el trono de Castilla. Numerosos eran los aspirantes al reino, aun a costa de perder su vida, como les había ocurrido a todos los reyes anteriores, que morían asesinados por su sucesor.
El Santo Padre que regía la Iglesia de Roma, para evitar que se repitieran estos vergonzosos hechos, rogó al Altísimo que le revelase su voluntad divina para la elección del rey de España. Dios escuchó la oración del Pastor de la Iglesia, de extraordinaria santidad y humildad de vida, y le hizo saber que el rey de Castilla se llamaría Wamba y que lo encontrarían arando cerca de Andalucía; podrían conocerle porque su yunta estaba formada por un buey blanco y cereño y el otro prieto.
El Santo Padre comunicó a los godos la revelación de Dios, y ellos designaron a varios grupos de guerreros, que partieron en varias direcciones de España, recorriendo los campos en busca del futuro Rey, que habían de hallar arando. Pasaban días y días y la mayoría de los encargados de buscarle se encontraban rendidos por la fatiga de atravesar a pie y sin camino grandes extensiones de tierras de labor, preguntando siempre por aquel labrador, de nombre Wamba, que había de regir los destinos de España.
Uno de los grupos, después de recorrer todo el término de una villa, se volvía desalentado y triste de sus inútiles andanzas, con las que sólo habían lograda fatigarse. Vieron venir por el alto de una cañada a una hermosa dueña con un canasto al hombro; acortaron el paso para esperarla, diciendo: «Preguntemos a esta aldeana, que tal vez ella pueda orientarnos en nuestra busca».
Y cuando ya estaba cerca de ellos, vieron que se subía a una pequeña loma y desde allí gritaba. «Wamba, desuncid ya, y venid a comer, que ya es mediodía».
Los soldados godos, al oírlo, corrieron a su encuentro y de rodillas ante el labrador, decían: «Permitidnos, rey Wamba, que os besemos las manos con amor y cortesía». Comprobaron luego que el color de la yunta también coincidía con la revelación. Wamba, alarmado, creyendo que iban a prenderle y que se mofaban de él, les preguntaba la causa de su actitud, pidiendo que se la aclarasen. Los godos le tranquilizaron: «No os alarméis, Majestad; venimos a anunciaros que habéis de ser Rey de Castilla, pues el Santo Padre de Roma ha tenido una revelación divina de que el nuevo Rey será Wamba.»
Luego, Wamba, que era poco ambicioso, quedó desconcertado y dudoso, sin grandes deseos de empuñar el cetro, sintiendo dejar aquella vida, para él adorable, de paz y bienestar, y clavando su vara en tierra dijo, con firmeza: «Cuando esta vara florezca, yo seré rey de España».
No había terminado de decirlo, cuando su vara se cubrió milagrosamente de bellas flores, y él, que era profundamente religioso, conociendo en ello los designios de Dios omnipotente, se dejó conducir, junto con su esposa, ante la presencia del Consejo del Reino, dispuesto a sacrificarse por el bien de su patria y encargarse de los asuntos del Estado, renunciando a su vida de tranquilidad y sosiego. Allí fue coronado rey de Castilla, y su esposa reina consorte. Y con gran acierto supo regir los destinos de España, demostrando entereza y audacia. Acometió grandes empresas, sometió a los vascones y llenó de gloria los días de su reinado.
 

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