martes, 28 de agosto de 2012

La piel del lobo "leyenda"

Aseguran los cronistas de Madrid que la calle que antiguamente se denominaba del Lobo, tomó su nombre de un popular cazador avecindado en ella, famoso por la miseria en que vivía y por una piel de lobo rellena de paja que tenía colocada a la puerta de su casa. Sobre este hecho trivial se ha formado la famosa leyenda, tan popular entre los vecinos de Madrid, que nos habla de un muchachito juguetón y alborotado, que todos los días, al pasar por dicha calle, de camino para su casa, se entretenía con el fingido animal tirándole del rabo y de las orejas. Nunca había visto el pequeño una piel disecada, y aquella le inspiraba una rara y malsana curiosidad. Muchos días la tocaba y retocaba, queriendo inquirir lo que tendría dentro, sin poder conjugar su aparente naturalidad y su piel verdadera con aquellos ojos de pastiche y aquella absoluta quietud.
Un día, armado de una pequeña navaja, pasó por la calle dispuesto a cerciorarse del contenido de la piel de una vez para siempre. Paseó por la puerta con aire distraído, y aprovechando un momento en que el cazador estaba dentro de la casa, se acercó a la figura del lobo y le cortó el vientre. Cayó un montón de paja del interior, y el muchacho, satisfecho y atemorizado a la vez, se dispuso a huir en el momento en que el cazador salía a la calle. No tuvo tiempo de hacerlo, porque aquél, viendo que había destrozado el único trofeo que conservaba de sus cacerías, y a la vez la única riqueza que poseía en el mundo, se precipitó con violencia sobre el muchacho en un ataque de ira y le acribilló a cuchilladas. A los gritos del niño salieron los vecinos a la calle y al poco rato su madre, quien cogiendo desesperada entre sus brazos el cuerpo ensangrentado, corrió con él hacia el estudio de un escultor, en el cual se encontraba la imagen de la Virgen más cercana. Curó el niño de sus heridas, y la imagen (Nuestra Señora de la Soledad, o de las Maravillas, que con los dos nombres se conoce) fue trasladada pocos días después al Monasterio de Carmelitas, a donde estaba destinada. Todos los vecinos acudieron en procesión al acompañamiento de la Virgen, y entre ellos la madre y el niño milagrosamente curado. Cuentan que entonces apareció, desde el corral de las monjas de Santa Juana, una paloma que, posándose sobre la imagen, la acompañó volando todo el trayecto. A partir de este hecho, la calle del Lobo cambió su nombre por el de la Paloma, en recuerdo del fantástico suceso. El pueblo de Madrid asegura que desde entonces también la Virgen de la Soledad tomó el sobrenombre de Virgen de la Paloma.

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