domingo, 2 de septiembre de 2012

La Virgen de Zamarrilla "leyenda"

A principios del siglo XIX, un siglo muy marcado en la historia de España, especialmente al comienzo del mismo, con la invasión de Napoleón a España y el retorno de los Borbones en la figura del rey Fernando VII "El deseado", en la provincia de Málaga existió un bandolero llamado Cristóbal Ruiz, más conocido como Zamarrilla.
Cometía fechorías en toda la provincia de Málaga, robando y matando a cualquier persona que se encontrara con este personaje. Un día, tratando de huir de los soldados del rey Fernando VI, entró en una ermita y decidió esconderse bajo el manto de la Madre de Dios, María.
Entraron los soldados y dijo el capitán: "Soldados, registrad toda la ermita, hasta encontrar a Zamarrilla".
Los soldados rastrearon toda la ermita y le dijeron al capitán que el bandolero no se encontraba allí. Entonces el capitán decidió que sus tropas se retiraran del santo lugar.
Una vez que Zamarrilla comprobó que los soldados se retiraron de la ermita, salió de su escondite, y viendo la cara de la Virgen de la Amargura, decidió darle las gracias por haberle ocultado de los soldados.
Nada más salir de la ermita, se encontró con un rosal de rosas blancas e inmaculadas. Con su puñal, cortó una de esas preciosas flores, y volvió a entrar en la ermita. Le colocó la rosa blanca en el pecho de la Virgen, junto con el puñal. Milagrosamente, la flor se tornó roja, más roja que la sangre, y Zamarrilla, creyendo que la talla se volvió humana, le tocó la cara, pero seguía siendo una talla de madera con lágrimas de cristal. Mirando la expresión de dolor que presentaba la imagen se dijo a sí mismo Zamarrilla: "He desperdiciado mi vida haciendo el mal contra el prójimo, y como la Madre de Dios me ha salvado, renuncio a mi vida de pecado para ser un hombre al servicio de Dios".
El bandolero acudió a un monasterio y les explicó el motivo de su deseo de ingresar en la orden. La comunidad le explicó al bandolero que la imagen a la que ellos rendían culto era la misma que le ayudó al bandolero a refugiarse de los soldados. Entonces, Cristóbal "Zamarrilla", decidió ingresar en la orden.
Todos los días, el monje anteriormente bandolero, iba a la ermita con una rosa roja a la Virgen de la Amargura, las rosas rojas que él mismo plantaba y cuidaba, eran su ofrenda a la Virgen. Un día como de costumbre, fue a ver a la Virgen, cuando en el camino, le pararon unos bandoleros. "A ver, monje - dijo uno de ellos - ¿qué más cosas llevas aparte de la flor?"
"Mi corazón a la Virgen María".
Los bandoleros no le creyeron, así que decidieron registrarle, y al ver que no llevaba nada de oro, le asesinaron. La comunidad de monjes empezaron a extrañarse, ya que su hermano no volvía, y decidieron ir al buscarle. En el camino encontraron su cadáver y en su mano derecha, la flor roja que llevaba se había vuelto blanca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario